28 enero 2008

Contra SGAE

Me ha llegado esto por correo, me ha parecido que resume la sensación que tiene cualquier tipo normal cada vez que oye hablar a alguno de los amigos de los ajeno de la SGAE, y por eso lo copio. No al canon, que Teddy Bautista y el resto de los amigos de Alí Babá se pongan a currar como todo hijo de vecino.
Esto lo escribió un currante indignado... con razones:

Dada la mierda que nos escupe diariamente la tele, radio, prensa y demás medios de comunicación, un grupo de disidentes hemos elaborado este manifiesto a favor (sí, A FAVOR) de la piratería. Si te mola, pásalo.
Si prefieres creerte las mentiras de la industria, haz con él lo que te salga del arco del triunfo.

De: El currante medio, aplastado por la hipoteca, la precariedad laboral, los horarios DE MIERDA y otros abusos sociales, como la caña de cerveza a 2 putos Euros.

A: Ese músico mediático que se duele detrás de unas gafas de sol en la Moncloa, forrado de pasta hasta los pendientes. Tiene cojones ir de rebelde por la vida y terminar en las escaleras del centro del Estado (por si no captáis las sutilezas, el ejemplo se refiere a Alejandro Sanz, aunque es extensible a todos los membrillos/impresentables que le acompañaban).

Mira, chavalote, en la gira que te vas a marcar este verano vas a ganar más pasta -haciendo algo que te gusta y que en teoría te llena- de lo que ganaré yo en toda mi puta vida de currito, cargando, además, con una actividad que no me aporta nada personalmente y con la que, si no fuera por el sueldo adicional de mi pareja, ni siquiera me daría para pagar el piso donde vivo.
'La música está muy mal' -gimes. Tú, chavalote, no sabes lo que es estar mal. ¿Qué sabes tú de hipotecas, de rebotar de un contrato a otro, de currar a turnos o de 7 a 7? ¿Qué sabes tú de llegar a fin de mes, o de lo que me cuesta a mí plantearme tener hijos con lo que piden en una guardería?
Porque te recuerdo que aquí, en el mundo real, curramos dos para pagarnos 70 metros cuadrados .

'La gente que compra en el top manta no ama la música' -escupe otro.
¿Con qué validez moral exigís vosotros, que vivís a todo trapo de camino entre Madrid y Miami, sin saber ni el dinero que tenéis, al currante que os pague los vicios y haga multimillonaria a la multinacional de turno
¿Cómo se puede tener la cara de plantarse en plan víctima sobre una vida de lujo?
La industria ha abusado -y abusa con los precios y las calidades.
Sólo ahora que se ve con el rabo en el culo ofrece lo que no pueden dar los piratas: DVD's con vídeos, extras y demás. Todo, curiosamente, al mismo precio que antes. ¿No llorabais que no se podían bajar los precios?
Cómo vale ahora un álbum que lleva 12 canciones en el CD y 16 en un DVD (verídico) lo mismo que antes el mismo álbum con el CD a pelo? ¿Cómo puede valer un mismo álbum en España 18 euros y en Alemania 20 (contrastado) cuando los alemanes ganan más del doble que un español?
Ahora que las mafias e Internet os revientan, ahora, que ya no tenéis la sartén por el mango, pasáis de la posición dominante y abusiva a la apelación más rastrera de sentimientos. Pues yo, y muchos como yo respondemos:

AHORA, QUE OS DEN POR CULO.

NADIE puede pedirme que le pague la colección de coches de lujo, el yate y las cuatro casonas en Miami, la Sierra o Marbella.

NADIE puede pedir moral desde la inmoralidad.

Ejemplo: Bustamante se acaba de comprar una casa de 500 kilos de las antiguas pesetas en solo CUATRO AÑOS DE CARRERA MUSICAL, claro ejemplo de
lo mal que está el panorama musical.

Firma: Cualquier anónimo hasta los güevos de sandeces.

PD: Cópialo, pégalo y pásalo. Si haces Reenvio se llena de molestos

PD 2: Si alguien sabe el correo de Ramoncín que haga el favor de pasárselo

22 enero 2008

Excelencia narrativa


Vivimos una época de una evidente superficialidad, donde los libros son considerados más como bienes de consumo que como cultura –ahí está la tan cacareada rotación de novedades en las librerías para demostrarlo, donde los libreros son más reponedores de mercancías que verdaderos lectores al tanto de lo que venden-, y, como en todo mercado, se imponen las modas por encima de la calidad de los productos. Tampoco pretende uno estar siempre nadando a contracorriente, pero no puede evitar anhelar aquellos años en que uno se compraba un buen traje que le duraba varios años, frente a la necesidad perentoria de tener un armario lleno de trapos como hoy. La literatura se ve envuelta en ese mismo contexto, lo que provoca que haya numerosos autores que llaman la atención de los periodistas y voceros de la cultura por cuestiones meramente cosméticas, por innovaciones absurdas que las más de las veces se quedan en la mera inclusión de un teléfono móvil en la trama de un cuento o en aludir a la existencia de Internet dentro de una novela. Frente a esa literatura postadolescente, que se apunta a las últimas tendencias como un método más de llamar la atención, se encuentra otra, escrita por escritores jóvenes, que apuesta más por la excelencia, por una narrativa tradicional en la que la solidez del texto y de su tema ahoguen toda crítica superficial con que se la ataque.
Uno de los ejemplos más llamativos es la obra de Juan Gabriel Vásquez. Sus dos novelas, Los informantes e Historia secreta de Costaguana, y su libro de relatos, Los amantes de Todos los Santos –todos en Alfaguara, donde, por cierto, en breve habrá una nueva edición del libro de relatos con inéditos-, demuestran que se puede hacer una literatura excelente sin una necesidad de incluir las últimas novedades de un modo irreflexivo. Frente a esa pasión por la moda, por lo último –que, como ya he dicho, apesta siempre a publicidad-, la narrativa de Vásquez se decanta por renovar desde dentro. Tramas, historia de la literatura, referencias, todas se ven renovadas por la utilización de las mismas que hace en sus textos. Los materiales históricos de Los informantes, con su mezcolanza de géneros –documental, ensayístico e histórico, además de narrativo-; la historia y la crítica literaria además de la recreación histórica en Historia secreta de Costaguana, y la escritura de cuentos de extensión, más dedicados al dibujo de los personajes y su circunstancia que a la trama, siguiendo más el modelo anglosajón que el de la literatura escrita en español, valdrían para situar a Vásquez entre los más interesantes autores de su generación. Bueno, de hecho fue uno de los invitados a Bogotá’39, así que tampoco soy yo el primero que se da cuenta.
Pero, por encima de cuestiones que interesan más a los que se mueven dentro del mundo literario, lo más importante es que sus novelas se leen siempre con interés porque están construidas con cuidado, porque tocan temas trascendentes e interesantes y porque en su prosa hay espacio para el humor, para la investigación de los diversos registros del lenguaje –y como prueba están las conversaciones telefónicas en Los informantes, donde el autor revela un oído asombroso para el habla coloquial-, y para tocar los temas desde una perspectiva siempre moderna, siempre actual. Porque en sus novelas, que siempre revelan un trasfondo histórico, estos hechos del pasado se conectan siempre con el presente. Nos hablan de las consecuencias que han generado y de su presencia entre nosotros, pero también de cómo desde el presente hemos modificado el pasado para modelarlo a nuestras necesidades. Y en esta tensión entre el pasado –lo que queremos ser- y el presente –lo que nos guste o no somos-, se mueve la narrativa de Vásquez.
Una narrativa necesaria, de inusual contundencia y que está escrita con una sabiduría evidente.

21 enero 2008

Marx 2.0

Ando muy liado con diversos temas en estas fechas y no tengo tiempo de actualizar el blog como desearía, así que he decidido hacer lo que muchos compañeros de profesión hacen. La profesión es profesional de la palabra, y consiste en que a uno le pagan por juntar palabras. Es lo que hay.
Esto apareció en el diario Público, se podría hacer un artículo mucho más extenso, y exacto, con este esquema, pero, como ya he dicho, ando mal de tiempo:

Mientras los partidos políticos manipulan las sentencias de los jueces o se echan la culpa mutuamente de los socavones de las obras, el precio de los alimentos se dispara y las hipotecas no dejan de subir. La política se vuelve cada vez más superficial y las ideologías parecen cosa de la ficción. Quizá por eso el debate sobre la realidad que nos rodea se ha trasladado de las páginas de política a las de cultura. Los autores parecen más conscientes del mundo que los dirigentes políticos. Y una buena muestra de ello es la revitalización que el pensamiento marxista, sobre todo en lo que tiene de dialéctico, está viviendo en las librerías españolas.
Más allá de las clásicas editoriales libertarias o progresistas, se aprecia un giro a la izquierda en las editoriales de primera línea. Novelas, narraciones, que construyen ideas a partir de la enorme potencia y fecundidad del marxismo.
Como “Museo de la Revolución”, del argentino Martín Kohan, donde se revisa el pensamiento del propio Marx, de Lenin y de Trotsky. A la luz de la peripecia de uno de los guerrilleros de extrema izquierda en los convulsos años d la dictadura, Kohan va más allá de una merca narración con excusa histórica. Las doctrinas comunistas son glosadas en una libreta para transmutarse en una poética de la novela, de los mecanismos con los que atrapa al lector la ficción y las herramientas que este encuentra en ella para analizar una realidad cada vez menos sólida.
Del análisis de esa realidad más cercana, casi cotidiana, Belén Gopegui construye sus ficciones, posiblemente las más incómodas del panorama español. No se puede leer “El padre de Blancanieves” sin indignación. Para unos por lo revolucionario de su propuesta, para otros por la sociedad que destripa con la precisión de un cirujano. Una sociedad de proletarios anestesiados con la ficción de pertenecer a un sucedáneo de clase media, encadenados por las hipotecas y un cada vez más incierto “bienestar”. La vida espectacular que ya denunció Debord se ha expandido a todos los registros de nuestra vida, que se nos presenta como un anuncio de cosmética del que no podemos que haya una persona tras esa cara. Al modo brechtiano -¿este tipo era marxista también, no?- la novela presenta una realidad que no puede presenciarse desde la indiferencia.
El mercado ha sufrido una metástasis, una hipertrofia tumorosa que amenaza con acabar con el paciente, la sociedad. Quizá Tabarovsky, en su “Autobiografía médica” ha atinado al definir los síntomas, las vidas de esas células que forman el tejido social. Un hombre que se deja llevar por el continuo ciclo de repeticiones, de las recaídas clínicas que no son más que la alegoría de la reproducción del cáncer en cada una de las cadenas de la sociedad.
Desactivar estos mensajes es uno de los deberes de los medios de comunicación dirigidos por el mercado. El arma elegida suele ser el fracaso de la utopía comunista en Europa. Quizá sea el momento de revisar la “Historia de la revolución rusa” de Trotsky que acaba de editar Veintisiete letras. Seguro que en los próximos meses habrá nuevos libros que hayan bebido de él.

13 enero 2008

Un himno para hombres

Vivimos en un país donde a nadie común, nunca, le ha importado ni poco ni mucho la poesía, salvo a los trescientos o cuatrocientos que la escriben y que terminarán, todos, por salir en Las afinidades electivas. Ahora bien, de repente a unos lumbreras se les ocurre que los futbolistas abren poco la boca –yo, personalmente, tengo comprobado que es casi mejor que la dejen bien cerradita- y que deben tener una letra para canturrear antes de los partidos. Se conoce que eso de que los futbolistas patrios no desafinen como hacen los foráneos hace que España sea menos España.
Así que un atajo de listos –me dice el diccionario de combinatoria que atajo se debe usar sólo con ladrones o bobos, que cada uno lea lo que quiera, por lo visto quien está detrás de lo del himno son la SGAE y el COE- decide que los españoles tenemos que tener una letra para nuestro himno.
Una marcha de granaderos que le regaló el rey Federico de Prusia a su ahijada cuando se casó con el que sería Carlos III. Espero, y deseo, que del mismo modo que las otras letras que ha tenido el himno español –yo, por cierto, me siento mucho más cómodo con el de Riego- esta no prospere, porque es una más de las idioteces que cada cierto tiempo se les ocurren a un montón de señoritos –ya sabemos todos quiénes mandan en el COE- con mucho tiempo libre.
Seamos sinceros. La letra que se ha difundido es una mierda, como lo era la de Pemán, la de Marquina y la de los carlistas. Es una puta marcha militar y tiene una métrica complicada, tiene mucho soniquete, y las letras de los himnos, llenas de nacionalismo inflamado, son una verdadera peste.
Ya puestos, voy a lanzar una propuesta, una que me parece que tanto de una perspectiva estética como ética sería mucho más interesante. Podría ser algún otro, pero creo que este es mejor que muchos, y es un verdadero himno. Cambie cada uno el nombre del primer verso y ponga el suyo, a mí, desde luego, no se me caería la cara de vergüenza con un himno así:
Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...
Y ya que no tendremos este himno, del que un hombre podría sentirse orgulloso, al menos que le regalen un libro de Ángel González al que ha escrito ese otro himno tan horrible. Es como si un 12 de enero le hubieran querido dar una cuchillada a la poesía.

10 enero 2008

Instantáneas salvadas del tiempo

Hay libros destinados a conservar entre sus páginas un tiempo y un mundo que se desvanecerán apenas hayan sido plasmados en sus páginas. Esa conquista de lo fugaz, de lo pasajero –que en su velocidad lleva inmerso en su seno lo eterno- es el principal logro de un regalo que nos llegó a fin de año y se llama Larga carretera de arena.
Un reportaje algo superficial, destinado a registrar un viaje por la costa italiana en el verano del cincuenta y nueve, se convierte, tocado por la gracia de la escritura de Pasolini, en un fragmento de vida encapsulado para el deleite del lector.
La carnalidad, la capacidad de transportar la materia de la vida, ese brutto del italiano, que encierra la fuerza y rotundidad de la vida, se mezcla con la sutileza del artista –da sonrojo encerrar a Pasolini en una sola de sus facetas- para retratar cada uno de los detalles que contempla.
Así, lo que a veces parece ligero, epidérmico, se nos muestra en verdad como la mirada del hombre que entiende el fenómeno, lo que se registra por los sentidos, como la única manera de investigar en la esencia de lo real. La vida, su materia, es apenas el síntoma, los indicios, de una verdad que se agazapa a la espera de que alguien la sepa ver, de que alguien se atreva a cazarla, a retratarla y vivirla.
Y si por algo destacó siempre Pasolini era por su coraje a la hora de enfrentarse a retos de todo tipo. Sirva como ejemplo la polémica desatada con el alcalde de Cutro tras la publicación en la revista Successo del reportaje. Allí, la voluntad poética del autor se enfrenta con el prosaísmo y corteza de miras no de la realidad, sino de la parte más espúrea y soez de la misma.
Por si la delicadeza y atrevimiento de la prosa de Pasolini no fuera suficiente regalo, la edición viene acompañada de las fotografías de Philippe Séclier, realizadas muchos años después de que Pasolini contornara la geografía itálica con su Fiat Millecento. Las instantáneas, reproducidas de un modo generoso, a página completa, reflejan el paso del tiempo –tanto el desgaste que unas veces ejerce como la extraña negación de su transcurso- por esa geografía costera que registró en su intrépido reportaje Pasolini.
No puedo, no quiero, obviar que en la edición se puede disfrutar también de las reproducciones de los mecanoscritos originales del autor, así como de un manuscrito y reproducciones del reportaje tal y como apareció en la revista en su momento.
Sin lugar a dudas se trata del mejor de los libros de la colección BlowUp hasta el momento, un regalo único que nos llegó, casualmente, cuando terminaba el año.
Disfrútenlo.
Pier Paolo Pasolini Larga carretera de arena La Fábrica, Madrid, 2007

09 enero 2008

El estado de la cultura

Como sabrán muchos de los lectores madrileños, hará cosa de un año se cerró el local que la librería Fuentetaja tenía en la calle San Bernardo, 48. Por aquellos entonces, a todos los que quisieron escucharme o que me pidieron opinión les decía que lo de la librería era una metáfora de situación paradigmática de las que enseñamos en los talleres de escritura: la ruina del edificio venía a evidenciar la ruina interna de la librería. Muchos distribuidores no querían saber nada de una librería que tardaba en pagar y el servicio dejaba mucho que desear –a mí me han llegado a decir que un libro que tenía en la mano no existía o que otro que compré en una librería a cien metros estaba descatalogado.
Cada año se cierran un montón de librerías en España por lo que dicen las estadísticas, pero en realidad cada año se cierran un montón de papelerías donde hay un par de libros. Las librerías de verdad gozan de salud. Decir lo contrario es no tener ojos en la cara. Lo que sucede es que el victimismo es siempre cómodo. Hay librerías que crecen año tras año, ¿pretenden hacernos creer que es por arte de magia?
Lo que sucede con la librería Fuentetaja es doblemente curioso. Se supone que la librería no tenía un duro y por eso tenía congelados los sueldos desde hace diez años. Ahora bien, cuando el edificio se declara en ruina y hay que salir de allí se pide a los trabajadores un esfuerzo suplementario, se trasladan a un local más caro y se venden promesas medios de comunicación por medio. No se tiene empacho en hacer una inauguración de la librería con ministro de por medio, o en hacer declaraciones como la de que en la época de Franco se vendían más libros.
Ahora bien, desde la inauguración de la nueva librería ha pasado ya medio año. El servicio sigue siendo bastante penoso, en muchas ocasiones no tiene novedades que están en otras librerías de menor raigambre, se privilegian libros de venta masiva que echan fuera a los que los clientes de librería buscan, y solicitar el encargo de un libro sigue siendo una odisea. Seamos sinceros, lo que queda en Fuentetaja es tan sólo historia, y si de algo se hace bandera es de ello, pero como librería tiene, hoy, mucho que mejorar, y no se puede vivir de las rentas y de las subvenciones, como el cine español, para siempre.
Como trabajador de los Talleres de escritura Fuentetaja, que siempre se ven relacionados con la librería, presenciar la ruina, la mala gestión y ahora estos actos vergonzosos resulta doblemente molesto e indignante.
Y, para colmo, nos enteramos de que cuando, de modo legítimo, unos trabajadores piden aquello a lo que por ley tienen derecho –un aumento de su sueldo acorde con el incremento del coste de la vida- se encuentran marginados por sus compañeros, y alguno hasta despedido por la empresa. Todos los detalles están en el blog donde se informa de la situación: http://huelgafuentetaja.blogspot.com/
Seamos sinceros de una vez: el único activo que le quedaba a la librería eran Íñigo y Amelia. No es momento de señalar a nadie, pero ni la atención, ni la gestión, ni lo vacío de las estanterías son, precisamente, argumentos que inviten a acudir a comprar en la librería. A fecha de hoy, tras el despido de Carlos y la marcha de Juan, los dos únicos libreros de veras de la empresa, a excepción de los jóvenes que podrían aprender mucho más de ellos que de los que se quedan dentro y ponen la mano a la miseria de aumento, están en la calle protestando.
El próximo 12 de enero hay convocada una concentración a las 13:00 en la puerta de la librería apoyando las reclamaciones de los trabajadores. Lo ideal sería estar ahí y mandarle un mensaje a Pedro Pablo Mansilla.
Mientras tanto recomiendo a todos los interesados en la cultura y la justicia que se compren los libros en otros lados. A estos lo único que les duele es la cartera, si no hay caja porque actúan de ese modo habrá que ver cuanto tardan en arreglar el desaguisado.

08 enero 2008

Crisol poético

Anda estos días gente a la que quiero preocupada por el futuro del libro y las posibilidades de que la blogosfera acabe con el desperdicio de papel –algunos, ingenuos, piensan todavía que el Interné nos salvará de la deforestación-, y se ha dado la casualidad de que Gachas me ha mandado un correo con un bello proyecto que incide en la idea de que el futuro del intercambio de opiniones literarias pasa por las bitácoras. No sabe uno si el libro morirá o no, yo soy de los que piensa que no, del mismo modo que no murió el vinilo, aunque la experiencia con el VHS no es, desde luego, tan halagüeña. En cualquier caso, enciclopedias, libros de referencia e inventarios tienen en el formato digital su futuro y presente -aunque haya instituciones que no vean esto-.
Se trata de un proyecto argentino llamado La infancia del procedimiento, blog donde abren sus puertas a todo aquel autor que quiera hacer llegar su poética, textos y fotos de infancia para intentar llegar a un retrato polimórfico –iba a escribir rizomático pero me corté al final- de la creación poética contemporánea. Una de las cosas que me parecen más interesantes a bote pronto es saber a qué tipo de conclusiones se puede llegar leyendo esas reflexiones sobre la creación. ¿Por qué, para quién, cómo, dónde, qué? Son preguntas que todo autor se ha hecho alguna vez, y está muy bien que alguien abra un foro donde todo el que lo desee pueda compartir esas inquietudes. Habrá mucho tostón, mucho tipo extraño, seguramente alguno peligroso, pero seguro que la diversión está asegurada.
También, no nos engañemos, da un poco de repelús lo que pueda salir de ahí. Imaginen, aunque de miedo sólo de pensarlo, lo que puede salir de semejante contubernio de poetas desmelenados dejándose llevar por su ego hipertrofiado y exhibiendo impúdicamente su intimidad. Todos sabemos que hay poetas que no entrarían en esta descripción, pero, precisamente por eso, uno puede irse de cañas con ellos.
Ya hay cien participantes y hasta el 10 de enero se pueden hacer llegar textos y demás por parte de los que quieran –tengo la sospecha de que si hay un poco de avalancha se alargará el plazo aunque allí sea verano y estén locos por largarse a la playa-.
Así que ¡ale!, a animarse y mandar cosas, que en la era del registro la poética que no circula por el ciberespacio ni es poética ni lírica ni es ná.

05 enero 2008

Los artículos de la sección de cultura

Leo, con cierto disgusto y sorpresa, el artículo que en la edición del día 4 de enero de El País ha publicado Carles Geli -la culpa es mía, por comprar un catálogo bajo el reclamo del DVD a un euro-. Digo con disgusto porque es un ejemplo más del tipo de periodismo cultural que se nos está imponiendo: la venta. Directamente, en el artículo vemos que el señor Geli vende los productos que los editores quieren que venda, pero no hay ninguna conciencia crítica ni de investigación en el reportaje.
Pasando por el hecho de que equipara Vida y destino y Las benévolas, lo que sólo puede hacerse desde la mesa de un contable, esto es, los dos han vendido mucho. Pero desde ahí traza un panorama sorprendente. Hay editoriales que apuestan por el libro de calidad frente al best-seller clásico. Efectivamente, se trata de las pequeñas editoriales o de los sellos minoritarios de las grandes que se costean con las ventas de esos superventas. Y siempre las ha habido, no es un fenómeno reciente o noticiable. Sí lo es, en cambio, y por eso se escribe el mencionado artículo, que Planeta y Alfaguara se hayan lanzado a inaugurar colecciones que se dirigen a “ese tipo de lector”. Un lector que, de lo que se desprende del artículo, es un tipo joven y un poco pijo que quiere libros en cartoné con sobrecubierta y no le importa pagar sesenta euros por ellos –es impagable, eso sí, el momento en que Vallcorba lanza un aviso para navegantes: en breve ese mismo libro os lo pongo a noventa y arreando, si no protesta nadie con el resto de las subidas no me la van a montar con un libro-.
No hay, eso sí, en ningún momento del artículo, una sola referencia a la calidad de los textos. Se habla, eso sí, de lectores de culto, de ediciones de calidad y de autores de prestigio. Pero en el artículo se comenta que Márai –ese escritor kitsch- ha vendido seiscientos mil ejemplares en España, y que Nèmirovsky lleva ochenta mil, y haciendo caja, tenía que haber rematado Geli.
Lo que no dice el artículo es que, por ejemplo, Libros del Asteroide cimentó buena parte de su crecimiento en la traducción de unos cuantos libros de la colección Clásicos modernos de The New York Review of Books, que había conocido a través del marido de Valerie Miles, editora de Alfaguara. Ahora, que está saqueado ya lo bueno, los picatostes de Prisa nos cascan la colección con la misma maqueta que la edición yanqui –los libros que ha diseñado Enric Jardí son mucho más bonitos de largo- y pretenden vendernos que es “un cuidado proyecto para lectores que exigen calidad”.
Porque, y aquí es donde reside la verdad de todo este asunto, todo esta pléyade de atentos editores, preocupados por la calidad de lo que editan, realmente están vendiendo bien el burro. Del mismo modo que lo hizo Tusquets durante tanto tiempo, ya se sabe, “nosotros editamos textos únicos”, cuando en realidad deberían decir: “editemos lo que editemos lo vamos a vender como textos maravillosos y de una calidad espeluznante de buena”, y para ello tienen a los cuatro voceros de la prensa dispuestos a repetir como loros lo que sea. ¿Hace cuántos años no sale elegida una novela de Tusquets como una de las mejores del año en las selecciones de los críticos de los suplementos? ¿Hace cuanto que, Mankell aparte, no copan las listas de los más vendidos?
Llama la atención que tanto Planeta como Alfaguara se hayan lanzado a la recuperación de los autores de segunda del siglo xx, siempre que escriban en inglés y que, a ser posible, tengan un apellido anglosajón. Hoy en España se vende mejor el mismo libro con un apellido de la lengua de Shakespeare que con uno de la de Dante, por ejemplo, las cifran hablan, y eso es una muestra más del papanatismo de la intelectualidad editora –no sé si eso existe-, de sus voceros y de los lectores que los atienden.
Pero, sin duda, uno de los casos más divertidos es el de Acantilado. Es un ejemplo perfecto de lo importante que es hacer marca, branding que diría un publicista, y echarse a dormir.
En Acantilado, esa editorial de prestigio que no tendrá empacho en poner un libro a noventa euros, se editaron las Memorias de Ultratumba de Chateaubriand –a ochenta y cuatro euros, por cierto-, con una traducción que a medida que iba uno avanzando en la lectura le provocaba erisipela. No soy el único que piensa así, ahí está Miguel Martínez-Lage, uno de los mejores traductores de este país, que lo indicó en un estupendo artículo en La casa de los Malfenti. Al menos a él le sirvió para algo, porque Vallcorba le encargó la no menos monumental Vida de Samuel Johnson.
Pero eso no se dice por ahí, no se dice que muchos de los libros de Acantilado salen con erratas bien gordas, con traducciones apresuradas, que en un par de ocasiones han tenido que retirar ediciones de las librerías porque tenían fallos que las hacían invendibles. Supongo que eso no es buena prensa para una editorial de prestigio.
La verdad es que me ha molestado mucho el artículo del amigo Geli, porque se enmarca en la molesta tendencia que pareció inaugurar Vila-Sanjuán de hablar de los libros como si fueran longanizas o sacos de arroz, esto es, como meros objetos de consumo que en nada se diferencian de cualquiera de los que compramos en el supermercado de la esquina. Y es una tendencia cada vez más acusada, porque se impone como medidor de la calidad, y si no fíjense en que estuvieron en España las Spice Girls y nadie hablaba de la mierda de música que cantan, de la mierda de espectáculo que tienen y de que no vendieron una mierda de entradas -perdón por esta sucesión escatológica-, sino en que se meten en el bolsillo quince millones de euros cada una por hacer la gira. Eso le interesará a Hacienda, pero a mí, la verdad, es que me la pela. ¿Por qué no hablan entonces de la puta gira en la sección de economía?
Los lectores que se cuidan, que buscan buenas lecturas, que quieren cosas diferentes, no creo que se lancen a la compra de los libros de estas colecciones. Por mucho que los siempre dispuestos sabuesos de la prensa les hagan la promo. Por cierto, ¿habrán hecho cálculos los editores de lo que se han ahorrado en páginas de publicidad en los periódicos con este tipo de artículos que no pretenden informar sino vender?

04 enero 2008

Empezamos mal el año


No lo digo porque los indicadores económicos indiquen que está la cosa muy mal, ni porque se haya publicado y distribuido como si de latas de berberechos se tratase la última novela de Follet. No, lo verdaderamente preocupante de este inicio de año es la desaparición del blog de Martín López Vega. Como sabrán los lectores asiduos a este blog, dicha bitácora fue elegida como la mejor de tema literario en castellano por el administrador del blog.
Todos los que estén interesados en convencer a Martín de que lo retome pueden usar los comentarios de este entrada para hacerlo.
Yo me voy a tomar unas copas a ver si se me pasa el disgusto.

03 enero 2008

Elegir el camino correcto

Ya se habló aquí de Menéndez Salmón en varias ocasiones y se comentó el affaire que hubo a vueltas de la valoración negativa que hice de su anterior libro de relatos. A raíz que ese asunto el propio autor me hizo llegar el archivo electrónico de un cuento antológico que es el que da nombre a este nuevo libro de relatos.
No voy a andarme por las ramas. Yo había manifestado en diversas ocasiones mis reticencias hacia el estilo excesivamente hinchado de retórica que a veces se apoderaba de la prosa de Menéndez Salmón, y esa tendencia retórica ha quedado, creo, ya casi totalmente esquinada a tenor de lo que muestra este libro. Estos cuentos siguen teniendo, todos, un base eminentemente literaria, se aprecia en cada uno de ellos la constante presencia de las lecturas, de las influencias, de la visión del mundo de un lector avezado como es Menéndez Salmón pero, donde antes había artificio, oraciones rebuscadas, sinónimos imposibles –cualquiera sabe que la sinonimia pura es imposible-, en estos cuentos se ha abierto paso la verdad, que se nos ofrece desnuda a través de un estilo mucho más seco, y por eso más acertado, mejor vehículo para las historias y las ideas, de lo que acostumbraba su autor.
No creo, de todos modos, que estemos ante un libro que nos muestre el estilo definitivo de Menéndez Salmón. Una lectura atenta de cada uno de los nueve cuentos de Gritar nos indica que estamos, todavía, leyendo un libro de transición, porque se aprecia en algunos un mayor gusto retórico mientras que en otros se aprecia más esa rotundidad a la que me he referido. Lo que sucede es que en las narraciones que todavía tiene ropajes más recargados este recargamiento está mucho más moderado que antaño. Y en medio de ellos brillan cuentos como el que da título al libro –hay que decirlo en voz muy alta, con un cuento como ese en su interior cualquier libro de relatos sería ya bueno, pero lo importante es que no está solo sustentando el libro-, o “Hablemos de Joyce si quiere” donde la escritura de Menéndez Salmón se adelgaza hasta casi desaparecer, ejerciendo como estricta herramienta de unas narraciones poderosas, convincentes, vivas.
Y es ese sendero el que puede hacer de Menéndez Salmón el gran escritor que está llamado a ser. La literatura le atraviesa pero ya no le lastra, el estilo se muestra servil en lugar de apoderarse del texto, y la historia y su capacidad simbólica se hacen más patentes, más verdaderas y reales, porque no hay grasa retórica distrayendo la atención del lector. Cuando abre el libro puede atrapar y dejarse seducir por la historia sin tener que apartar telones o cortinajes.
Si se me permite la imagen –y creo que siendo este mi blog se me va a permitir- es como si Menéndez Salmón hubiera descubierto la belleza de la estructura del edificio. Frente a los ornamentos barrocos, a las fachadas churriguerescas de los cuentos de anteriores libros, en estos parece que el autor hubiera elegido la belleza de líneas puras de los edificios de Van der Rohe. Nada de ornamento innecesario, las piezas exactas, las líneas definidas, puras, apenas lo imprescindible, pero unos edificios tan válidos como los anteriores, todavía más aptos para el hombre, acogedores y, al mismo tiempo, de una sugerencia estética única. Sí, de algún modo estoy diciendo que con este libro Menéndez Salmón emprende un viaje hacia la actualidad, hacia una literatura de calidad e interés que nos condesciende al recurso fácil de asumir una estética caduca pero que juega con la ventaja de que es lo que el lector común considera “estilo”.
Con Gritar, Menéndez Salmón nos entrega su libro más moderno, subyugador e interesante. Y consigue que esperamos con ansiedad siguientes entregas.
Ricardo Menéndez Salmón Gritar Lengua de Trapo, Madrid, 2007