28 diciembre 2008

Europa es un país y todos hablan francés


Por lo visto la lince se llama Kellie Pickler, se hizo famosa en un programa tipo Operación Triunfo y parece que en Harvard no la aceptaron. El video está en inglés, pero se entiende, sobre todo cuando la crack pregunta si Hungry (Hambre, que ella confunde porque nunca ha oído hablar de Hungría, Hungary) es un país, y se sorprende porque ya había oído hablar de un país llamado Pavo (Turkey). Bueno, la tipa no tiene cultura pero al menos se la entiende cuando habla.

Cuadrar los balances a fin de año


Cuando llega el final del año todos los medios se lanzan a realizar el arqueo de lo mejor que ha dado de sí el ejercicio. En el caso de los libros es algo habitual y nunca carente de polémica. Partamos de un hecho que muchas veces se olvida: cada año se solicitan en España casi setenta mil altas del ISBN. De ellas aproximadamente diez mil son de libros que aparecen como novedades o reediciones en las librerías. Es imposible, materialmente, dar fe de todo ese maremagnum. Quizás por eso, y quizás por la poca fe que tiene uno en estas votaciones de salón, o en la dictadura del número que impone la lista de libros más vendidos, uno les hace poco o ningún caso. De hecho, no quiero dejar de destacar la que, en realidad, ha sido la más inteligente propuesta en esta ocasión, la de la revista Hermano Cerdo de Mauricio Salvador donde han pedido de forma abierta que se recomiende un libro de modo argumentado. Y les ha salido muy bien, pueden comprobarlo. Por cierto, resulta muy cómico comprobar que algunos no han debido leer bien la propuesta y mandan una lista de títulos, por lo que, en justa correspondencia, los administradores de Hermano Cerdo les ensalzan considerándoles autores de libros que no han escrito, habrá sido una alegría para Vicente Luis Mora enterarse de que es el autor de un poemario tan contundente como Las afueras, cuyo autor en realidad es Pablo García Casado. Es lo que tiene poner títulos complicados a los libros.
Aún así, temporada tras temporada los principales diarios lanzan su lista de "fundamentales". Ya hemos podido leer dos de ellas. Ayer la de El País y hoy la de Público. En ABC, a día de hoy, parece que han obviado el asunto y se han decantado -a mi juicio con acierto- por un encarte con recomendaciones para los regalos navideños, o sea, que al menos no enmascaran la verdadera esencia de estas listas: decirle a los consumidores qué libro comprar al primo que usa gafas. En El Mundo la selección aparecerá, creo, el próximo jueves, y según me han adelantado la elegida como mejor novela española del año es Saber perder, de David Trueba.
El análisis más perspicaz de la lista de El País lo ha realizado, sin duda, Miguel Ángel Muñoz en su blog El síndrome Chéjov. Se ha molestado en bajarse el PDF que ofrece la edición digital del diario y contabilizar las votaciones. Al hacerlo ha "descubierto un error de cómputo" en la redacción de Babelia. Por un lado no aparecen las votaciones de ocho de los críticos a los que se afirma haber consultado. Por otro, siguiendo el sistema que han utilizado, el que debería haber resultado vencedor es la recopilación de todos los cuentos de Cristina Fernández Cubas que publicó en noviembre la editorial Tusquets. Vaya usted a saber por qué, el libro con mayor número de votos ha sido relegado a la cuarta posición tras una novela de un autor anglosajón de prestigio internacional, un premio Cervantes y un eterno candidato al Nobel. Muñoz hace muy bien en destacar esta intencionada postergación del género del cuento, más aún cuando la lista y las votaciones se acompaña de un texto de Winston Manrique Sabogal donde se habla del triunfo de lo breve sin mencionar este hecho. De todos modos, hay detalles en el texto de Sabogal que nos indican una voluntad de enmendar el entuerto clarísima. Por ejemplo, ha destacado el hecho de que tres de los encuestados eligieran La grande, de Saer (RBA), como mejor novela del año. No quiero, de todos modos, dejar de destacar lo retorcido de estos inventos de las listas, ya que, por ejemplo, como bien se señala en este mismo artículo, el libro de Askildsen Desde ahora te llevaré yo a casa, ha obtenido tan sólo dos votaciones pero muy altas, y por eso destaca el caso. Y, sin embargo, el mejor libro de Askildsen que ha aparecido este año ha salido de la mano de la editora de DeBols!llo, María Casas, que atinó a reunir los tres libros que ya se habían publicado del noruego -y mucho mejores que este último, se mire por donde se mire- con un ilustrativo y sugerente prólogo de Julián Rodríguez. ¿Se premia el libro de Lengua de Trapo tan sólo porque es inédito? Habría que justificar esos planteamientos frente a la selección del de Fernández Cubas, por ejemplo.
Hoy ha aparecido la lista del diario Público. Hay que aclarar que en esta uno ha participado, aunque a tenor de los resultados lo esté dudando, o sea, que piensa que el correo electrónico debe haberse perdido en el ciberespacio. Hace una semana se nos solicitó a los críticos habituales del medio nuestra opinión y, obedientemente la enviamos. Por eso, cuando ha aparecido la selección en el diario de hoy no ha podido uno dejar de sorprenderse. Están, sí, libros que uno ha defendido a capa y espada, como La cena de los notables, de Bértolo, pero, por otro lado, ninguno de los críticos que colaboramos de modo asiduo mencionó siquiera la novela de Cristina Grande o la de Najat El Hachmi, pero ahí están, y destacadas. Más sorprendente todavía es lo que ha sucedido en cuanto a los libros de cuentos, el título destacado, el de Jon Bilbao, tampoco apareció en ninguna de las recomendaciones que se hicieron. En cambio, el que estaba por todas partes, era Proyectos de pasado de Ana Blandiana (Perférica) y solamente aparece como uno más en una lista de destacados. Se podrían buscar muchas razones y todas, seguramente, serían igualmente defendibles o refutables, eso es lo de menos.
Quizás todo esto deba servir, una vez más, para que no olvidemos lo poco relevantes que son los medios a la hora de influir en los lectores. La encuesta sobre hábitos de lectura nos indica que apenas entre un cinco y un diez por ciento de los que leen -la mitad de la población- se deja llevar por las críticas que aparecen en la prensa. Así que todo esto hay que vivirlo con distancia y cierto relativismo, y pensar, como piensa uno siempre, que los únicos que leemos estas cosas somos los mismos que las escribimos, así que para eso podíamos quedar a tomarnos unos cafés y al menos socializar un poco en torno a los libros. Si conseguimos que algún gran grupo pague con la excusa de una presentación, pues mejor que mejor, a qué mentirnos.

Caskets, de Damien Jurado


Llevo un par de días fascinado con este vídeo. El director del videoclip se llama Matt Daniels.

25 diciembre 2008

Luis García Montero y el servilismo de los medios

Hace poco más de un mes saltó la noticia. Yo la leí, primero en Público y más tarde en El País. En ellas se nos ofrecía una historia bastante evidente: la represalía, desde el poder judicial, del pensamiento de un espíritu contestatario, a instancias de una institución, la universitaria, que sirva a los intereses de los viejos catedráticos retrógrados que, una vez más, quieren dictar su propia versión de la historia. Como uno sabe leer, y le escama que en ambos artículos se haga tanto hincapié en ese abandono de la actividad docente -que no es tal, es una excedencia lo que ha solicitado García Montero, lo que desmiente uno de los titulares- busqué en el archivo del diario en el que colabora habitualmente el poeta el famoso artículo que había dado origen a la demanda en cuya sentencia se condenaba al autor de Habitaciones separadas -ese libro que hojeaba Aznar en el Congreso en su primer debate sobre el estado de la nación. Leído el artículo, me quedaron claras una serie de cosas.
Lo primero que García Montero estaba haciendo un uso descarado, y algo patético del victimismo más lamentable. Todos los días llegan a los juzgados españoles, por desgracia, una cantidad enorme de demandas provocadas por artículos. En muchos casos dichas demandas las interponen contra escritores que hacen uso de su tribuna mediática para ajustar cuentas personales. Rara vez nos enteramos de las resoluciones de dichas demandas, en buena medida porque los propios interesados no quieren difundirlas -aunque salgan indemnes o incluso victoriosos de dichos lances judiciales-, o porque se consideran aspectos secundarios del mundo literario. Si nos hemos enterado de esta es porque el propio García Montero la ha aireado para convertirse en víctima. Zizek ha hablado en varios libros del recurso a convertirse en víctima que tanto abunda en el mundo actual. al victimarse uno se coloca como la parte deñada de algo, pero, sobre todo, uno se autoincapacita para poner remedio a esa situación. Automáticamente genera una necesidad de amparo que debe ejercer la sociedad y la existencia de un culpable que debe ser castigado. Eso es lo que hace García Montero, y lo demuestra que aluda como uno de los motivos de su marcha de la docencia -que no es tal, como luego se explicará- a la indiferencia de la universidad ante su situación.
Lo segundo es que el señor Montero ha usado su situación de privilegio dentro de un medio de tirada nacional para ventilar cuestiones privadas, posibilidad que el demandante no tiene. No contento con ese privilegio, que nadie le ha discutido, porque un diario otorga esa tribuna a quien desea y le permite decir desde ella lo que desee, sí que parece ofenderle que el difamado -al leer el artículo se puede ver si asomo de duda que hay una difamación ahí- use la única herramienta que posee para defender su honor: la justicia. Cuando el juez dicta su sentencia, más que lógica y evidente, se monta un revuelo absurdo en el que se olvida lo fundamental, que forma parte del pacto que todos, como ciudadanos hemos firmado de modo tácito, y que parece ser que el señor García Montero se cree en derecho no ya de ignorar, sino de vulnerar: Luis García Montero, como ciudadano, ha cometido un delito, como la sentencia viene a probar, y por tanto debe cumplir la sentencia. Lo mejor es que se quiere vender como que no, que el señor García Montero puede hacer lo que quiere y está por encima de la ley, y cuando esta no le da la razón es porque está siendo ejercida por un resto de la anterior dictadura y del pensamiento fascista.
Lo tercero es que se conoce que ni los autores del artículo de El País -cosa comprensible puesto que se trata de parte interesada en el asunto, es el medio que ha otorgado esa situación de privilegio a García Montero-, como los de Público -cosa más extraña ya que dicho medio debería ser más independiente ante dichos intereses-, se han molestado en leer el artículo que ha originado el juicio y la noticia. De hacerlo, leerán que el profesor José Antonio Fortes, al que tilda de "tonto indecente", de "perturbado" utiliza un "vocabulario marxista de cuarta fila". A mí me interesan dos cosas. Lo primero que si usa un vocabulario marxista es muy difícil que sea fascista o revisionista, como se afirma en los otros artículos. Y lo segundo lo ladino del sintagma, no queda claro si se trata de un vocabulario marxista desnaturalizado, como el aceite de colza, o de que el discurso marxista es de cuarta fila, como los apartamentos de costa desde los que no se ve el mar. Esto, viniendo de un poeta y ensayista que se afirma comunista como García Montero, da verdadero repelús, porque nos habla de hasta qué punto ese comunismo no es más que una pose para vender más.
Lo cuarto es que García Montero no deja la docencia, ni se despide de la facultad ni realiza ningún tipo de acto honroso por el que deba ser aplaudido. Pide una excedencia. No me apetece buscar los datos estadísticos, pero sí se que la de profesor es una de las profesiones con mayor índice de bajas por motivos psicológicos. Los profesores se queman y piden excedencias. Eso es lo que hace el señor García Montero. No entiendo porque las excedencias de otros profesores no son noticia en tal caso, o, cuanto menos, noticias con este aire trágico que destilan los artículos de El País y Público. Más cuando, en las declaraciones que realizó el propio García Montero a Europa Press, la decisión de dejar la docencia en Granada y trasladarse a Madrid -donde reside buena parte del año- era algo que llevaba valorando desde hacía tiempo.
Por supuesto, el clientelismo que genera García Montero y su estatus en el panorama literario -ya se ha hablado aquí de lo cómico que resulta que un narrador tan mediocre sea el encargado de seleccionar los candidatos al premio Camilo José Cela de cuento que convoca la FFE, por ejemplo, y que esa esa la razón más que probable de que, por ejemplo, este año el premiado haya sido un narrador tan mediocre como Benjamín Prado- ha suscitado artículos de adhesión de sus amistades: Carlos Marzal en El Mundo, y numersos foros de apoyo.
Bueno, la verdad es que de todo esto uno pensó que venía a evidenciar lo idiotas que nos hemos vuelto todos y como algo tan rutinario como una sentencia judicial puede convertirse en una noticia si los interesados y sus allegados están dispuestos a ello. Me llamaba la atención, por cierto, como una de las tácticas de El País y de García Montero ha dado buen resultado: si tan relevante es la noticia, porque nadie ha ido a entrevistar al demandante que ha ganado la demanda. No creo que sea, precisamente, una cuestión de ética o de prejuicios en un mundo donde se paga a alcaldes corruptos millonadas por una entrevista. No, el objetivo está cumplido: el otro es un loco peligroso y García Montero el justiciero que se ve maltratado por una ley injusta pero que continuará en la brecha como paladín de la moral y la ética.
Me molestaba enormemente, eso sí, contemplar como el diario en el que colaboro, Público, ha caído una vez más en el juego que menos le conviene: el de hacerle el juego a El País y a su visión de la cultura. Un ejemplo palmario es que el 9 de diciembre se hacía eco de una noticia inédita en las páginas culturales de un periódico: una conferencia de un autor. Debe hacer cien por día en nuestro país. Pero la que se celebraba en Huelva, dentro de los actos del trienio Juan Ramón-Zenobia, la daba el recientemente "victimado" García Montero. Quizás sea el problema de tener al diario del grupo PRISA como único referente en aras de hacerse un espacio, y en basar su criterio informativo en hablar más o menos de lo mismo que hablaría El País. Con mimbres así va a ser muy difícil, desde luego, eso que se proponía el proyecto de hacer un diario para la gente joven que está harta de los medios de comunicación adocenados por el mercado. Al final, Público se parece cada día más a su modelo, pero con menos pasta y menos lectores, claro.
Ahí había quedado todo hasta que ayer, con eso de las reuniones navideñas, un amigo que está participando en el interesantísimo proyecto La casa invisible de Málaga -una realidad muy visible para todos los malagueños, pero que medios entregados al mercado como El País o que se mimetizan con ese discruso de bajo voltaje como Público parecen no querer ver - me comentó que en Rebelión había un artículo al respecto.
Dicho artículo está firmado por Santiago Alba, Pascual Serrano, Constantino Bértolo, Belén Gopegui, César de Vicente Hernando e Ignacio Echevarría. Me parece que sobre ninguno de ellos recaen sospechas de revisionistas, fascistas, perturbados o "tontos indecentes". Pero, curiosamente, en dicho artículo se hace un recuento de lo ocurrido del cual no sale muy bien parado García Montero y mucho menos los voceros que han decidido ejercer de defensores del paladín victimado.
Dicho artículo es, a mi juicio, modélico, y evidencia una voluntad de informar, esto es: de entregar al lector todos los hechos para que él forme su juicio al respecto de todo este asunto. Por un lado hace un repaso pomenorizado de los hechos, destaca la voluntad de generar una narración mítica interesada por parte de los medios afines a García Montero y presenta las reacciones que en visiones bastante más progresistas que el diario de PRISA se han suscitado. Así en él hay un enlace al artículo de Matías Escalera Cordero que a su vez reproduce el texto remitido por César de Vicente Hernando al diario Público. Por otro lado, presenta un enlace en el que "los pobres alumnos consternados" de los que hablaba García Montero en su artículo parecen no compartir en nada la visión simplista e interesada del poeta de la nueva sentimentalidad. Al leerlo no puede uno evitar imaginarse a García Montero lamentándose de que estos chicos no sepan ver la verdad de la que él es profeta.
Como bien se indica en el artículo, el revuelo de la sentencia no se entiende habida cuenta que sigue el mismo criterio por el que Jiménez Losantos, por motivos similares, es condenado: por usar su tribuna privilegiada para el insulto y la difamación. Si lo hace el tipo de la COPE, que pese a su apellido es el demonio -sí, es una broma muy gastada ya pero que utilizo para destacar la dialéctica teológica de buena parte de la progresía hispana-, está mal. Ahora, si lo hace el paladín de la ética García Montero... Y, por encima de todo esto, el acierto de los firmantes del artículo radica en destacar la atinada capacidad del juez al leer el artículo de García Montero y lo presuntuoso y arbitrario de su postura. Para quien tenga curiosidad por ello, el artículo se remata con un enlace para descargar la sentencia completa en pdf.
No puedo sino estar totalmente de acuerdo con todas y cada una de las palabras de dicho artículo, que recomiendo leer a todo interesado en este asunto. De hecho podría haber realizado esta entrada del blog copiando de modo íntegro el artículo. Pero no quería dejar de hacer patente mi reacción ante los hechos, ante la difusión de ellos que se ha hecho desde los medios y lo vergonzoso de este tipo de actitudes.

20 diciembre 2008

Cuando no sé que hacer

Me dedico a asuntos muy variados, como ver qué echan en la televisión -solo tengo siete canales-, dar una vuelta, echarme un cigarro -mi vecino de enfrente fuma en su ventana del patio interior y comentamos lo guarros que son los vecinos de los pisos superiores porque nos caen cosas muy raras en la ropa que tendemos-, o, cuando tengo un brote brillante, enciendo el ordenador y le echo un vistazo al ineludible blog de Daniel Gascón. No se molesten en buscarlo en los listados de blogs porque, en vez de estar haciendo amigos y buscando links, Daniel se dedica a lo que debe hacer un buen bloguero: escribir entradas llenas de información que son fruto de la habilidad de su autor y de los tiempos muertos del trabajo -estoy convencido que todo buen administrador de blogs es una persona con mucho tiempo en la oficina. En su blog puede uno encontrar de todo, pero siempre con sustancia.
Hace ya cierto, tiempo, el 19 de octubre, hablaba de una de las ideas más marcianas que se han producido recientemente en este mercado al que, para no asustarnos, llamamos mundo. Se trata del certamen de Haiku cárnico que se ha inventado algún trabajador pasado de porros del departamento de marketing de Burger King. Lo mejor es, sin duda, el eslógan de la campaña: "porque los amantes de la carne también son gente sensible". Uno, que no puede dejar pasar mucho tiempo sin echarse al cuerpo algún animal muerto, agradece que haya gente que no le considere un desalmado tan solo por no haberse convertido en ovolacteovegetariano -sí, tiene toda la pinta de ser algo tan duro como decir la palabrita-. Lo explican muy claramente: "porque salivar al primer vistazo de la carne no convierte al carnívoro en insensible, enseña tu lado profundo creando tu propio poema y compartiéndolo con tus amigos". Y luego, para esa gente sensible que no ha tenido la suerte de leer nada más que la tabla de menús del restaurante, les explican en qué consiste un haiku. Fascinante.
En la página web puede uno comprobar la calidad lírica de los participantes, desde la profesora de yoga que ilustra la página web -se conoce que no le han dicho nada de lo feo que es para los chakras eso de andar comiendo carne de vaca-, hasta los más simpáticos, y sensibles, por supuesto, poetas carnívoros. Desde aquí animo a las cadenas de comida rápida hispanas a sumarse a estas iniciativas y proponer el mejor soneto tortillero, la décima de fabada o el siempre resultón romance de fritura de pescado. La poesía gastronómica, un nuevo campo para llevar a la gastronomía a los museos: si usted siente una excitación líria de primer orden al leer las cartas de los restaurantes donde todo lleva una reducción de Pedro Jiménez, o un crujiente de algo, no lo dude, láncese a la creación lírica.
Desde aquí aporto mi sextina provenzal dedicada a la ensalada simple y clásica, porque los vegetarianos también saben de métrica:
Ensalada provenzal
Lechuga
Tomate
Cebolla
Aceite
Vinagre
Sal

Sal
Lechuga
Vinagre
Tomate
Aceite
Cebolla

Cebolla
Sal
Aceite
Lechuga
Tomate
Vinagre

Vinagre
Cebolla
Tomate
Sal
Lechuga
Aceite

Aceite
Vinagre
Lechuga
Cebolla
Sal
Tomate

Tomate
Aceite
Sal
Vinagre
Cebolla
Lechuga

El tipo de lechuga o de tomate,
de cebolla, de aceite o de vinagre
da igual si te pasas con la sal.


Si por un haiku elegido te dan 25 dólares, a mí me deben dar como poco 100 euros, qué coño.

Una promo que crea adiccion



Con videos así, desde luego, que dan ganas de ponerse a leer.
Qué bien que lleguen las vacaciones, que falta nos hacía.

14 diciembre 2008

Qué buena


Mi vida era mucho más relajada antes de que Martín reabriera su blog y se dedicase, como el buen camello que es, a proporcionarnos dosis gratis para que luego estemos todo el día mendigando más para calmar el mono. Llevo todo el fin de semana escuchando una y otra vez esto.

11 diciembre 2008

Invitación a la lectura

Hay editores que no dudan en confesarte que el libro que publicaron es una pieza fundamental en la Historia de la Literatura y que se sienten honradísimos de haber podido ofrecérselo al público lector. Pueden estar durante horas hablándote de lo bueno que es el volumen y de cómo uno no puede abandonarlo una vez lo ha abierto.
Otros te previenen contra su libro, y te confiesan que casi nadie ha pasado de la primera página porque es un texto muy complejo y arduo.
Son dos modos de invitar a la lectura igual de válidos, pero a día de hoy los que usan el primero son la inmensa mayoría. ¿Por qué?

07 diciembre 2008

Como un juguete recién abierto


Para Ramón y Poti

El aluvión de informaciones, de estímulos que recibimos día tras día nos va anestesiando poco a poco. No, no es nada original, desde luego, cualquier se da cuenta. Sirva como ejemplo el hecho de que cuesta mucho, muchísimo, revivir la sensación de sorpresa, de fascinación, con la que descubrimos muchas de las cosas que se han convertido en parte de nosotros mismos: libros, autores, música y películas. Experiencias que ya nadie puede decirnos que no son de nuestra propiedad.
Por eso, cuando se revive esa sensación uno rejuvenece un poco, se convierte en ese adolescente que fue, y el mundo se vuelve un poco más nuevo, más reluciente. Y parece que se hace de día más pronto, y las noches son más cálidas.
Hoy se me ha erizado el verbo de todo el cuerpo dos veces, y me ha parecido que hacía mucho más frío que esta semana pasada, y eso que hemos tenido una ola de frío polar y hoy volvía a hacer un poco más de calor. Escalofríos de esos que disfrutas y que desearías que no terminasen nunca porque, de algún modo, son los que te hacen sentir más vivo.
Las dos veces estaba escuchando Batiscafo katiuscas en el mp3.

02 diciembre 2008

Encarnación tecnológica

Era una idea de promoción del grupo planteado como un cierto terrorismo cultural burgués, que no llegará a constituir más que un juego de salón. Fundamentalmente, sus filmes venían marcados por un elevadísimo grado de colonización cultural que les desproveía de cualquier sentido crítico, totalmente alejados de nuestra realidad.
La cita está extraída de una entrevista que le hicieron Martí Rom y José María García Ferrer a Pere Portabella, y la recoge Rubén Hernández en su excelente libro Pere Portabella, hacia una política del relato cinematográfico. En ella está planteando la distancia que siente hacia lo que se llamó la Escuela de Barcelona, donde militaron en su momento desde cineastas tan interesantes como Joaquín Jordá o Gonzalo Suárez, además de otros realizadores de méritos más reducidos -y que, por eso, obviaremos.
Cuando leí esta cita me vino a la cabeza de modo casi automático el nocillismo. Con ese nombre aglutino a un grupo de escritores vinculados de modo más o menos explícito al núcleo de la revista Quimera y dentro del que hay autores muy interesantes y otros que lo son poco nada. También, por razones evidentes, obviaré hacer listados. No es eso lo que me interesa en este caso. Lo que me interesa es que creo que, en buena medida, la cita sería aplicable a ellos si cambiamos la palabra "filmes" por "libros". Yo creo que su modo de hacerse presentes dentro del panorama nacional ha sido ejercer ese terrorismo, sobre todo en la vertiente de generar la imagen de un grupo más o menos definido con una serie de reclamaciones que hacer al mundo editorial, y por extensión cultural, patrio. Y, por otro lado, es evidente que cuando ellos hablan de referencias pop -en el particular caso el afterpop de Fernández Porta-, yo entiendo que me están hablando, siempre o casi siempre de una cultura underground yanqui que me/nos es totalmente ajena. O sea, la cultura pop en España pasa, en el aspecto muscial, por ejemplo, por el Fary, Isabel Pantoja o José Luis Perales tanto como por Mecano, El último de la fila o Duncan Dhu. Y eso lo obvian. La cultura pop no es Vainica Doble, ni McNamara, que eran under y lo siguen siendo por mucho que cualquier trendy de hoy los reivindique.
Sí, la cita y la lectura que hago de la misma es parcial. Adapto una reflexión en torno a una grupo de los sesenta de ámbito cinematográfico a una invención promocional de los noventa montada en torno a la literatura. Sé que estoy arrimando el ascua a mi sardina, por así decirlo. Y precisamente por ello quiero hablar de lo que me parece más interesante del nocillismo. Hay una realidad evidente y es que en la España hipermercantilizada -sí, el mundo como hipermercado, a lo Houllebecq- de estos inicios del siglo xxi, donde una corporación informativa y editorial ha logrado -es ingenuo usar el "pretendido" en este caso- modelar a su gusto la imagen de la cultura, era necesario entrar en ella rompiendo las puertas y no pidiendo paso. Y los nocillos han hecho eso, aunque, después de la bullanga inicial, parece que se han calmado en cuanto les han abierto las puertas. Ha bastado con tirar unas piedras para que les hayan franqueado el paso, y ahora, desde dentro, con el beneplácito de los que pagan, y por tanto mandan, poder seguir realizando su terrorismo de salón.
Por otro lado, hay un aspecto más perdurable e interesante de su labor, y es la de introducir a la literatura española en el siglo xxi. Si uno lee los libros que se nos venden como canónicos, parecería que España sigue en el contexto histórico de la serie Cuéntame. A mí se me caen de las manos los libros de Javier Marías, de Muñoz Molina, de la Grandes, de Llamazares, de Millás, etc. -añádase cualquiera de los autores de la "nueva narrativa española"- porque están tan cercanos a mí en la imagen que generan de la representación del mundo como los de Galdós o Baroja, con la diferencia de que los otros sí dialogaron con su tiempo de tú a tú. El nocillismo ha servido para recordar al mundo del libro que existe internet, las low cost, los teléfonos móviles o el mp3. O sea, que hay un presente que modifica no ya nuestras costumbres, sino nuestros modos de asimilar el mundo. Y eso es más importante de lo que muchas veces se pretende hacer creer. Sirva como modo de ejemplo el prototipo de ejemplo moral que se ofrece desde el mercado al mundo: José Saramago. Un hombre que concibe el "compromiso político" bajo las mismas coordenadas que lo hacía un autor de los años cincuenta como Sartre, y que, pese a sus aireadas posiciones ideológicas no duda en participar dentro de ese mercado que afirma detestar. O sea, alguien completamente desfasado en palabra y obra -no me extrañaría que él use esa terminología para explicar sus actos-.
Por eso me parece interesante como propuesta el libro Todo lleva carne de Peio H. Riaño. Por un lado se entronca de modo claro con esta tendencia del universo nocillo de querer mostrar la realidad tecnológica como primer objetivo. En este libro hay capítulos que están nombrados como si se tratase de archivos de imagen. Así, hay 32 secciones del libro que aparecen siguiendo una cuenta atrás y que, se supone, deberían plasmar una imagen. En realidad a mí no me parece que lo sean, y en realidad encuentro poco comprensible que, lo que podían ser secuencias sin más tengan que aparecer con esa excusa tecnológica. Evidentemente es una elección del autor, pero me parece que es una elección errónea. Conviene no olvidar que Peio H. Riaño dirige la sección de Cultura de un diario de tirada nacional -sí, esa misma sección en la que yo colaboro por lo que uno ha pensado mucho, pero mucho, lo que escribiría aquí sobre el libro-, y eso es determinante a la hora de elegir un discurso. El suyo pretende estar "a la última", cazar una tendencia que tanto los medios como parte del público ha aplaudido de manera entusiasta. Y es quizás por ese lado donde estriba la principal fuente de caducidad del libro.
Por otro lado hay una faceta que lo diferencia del entorno nocillo. Se aprecia una preocupación real por el entorno, por ir más allá de ese terrorismo de salón y hablar de los problemas de la gente común. Es esa faceta sociológica, documental, la que lo lleva a retratar "lo que sucede en la calle", y hacerlo de un modo crudo, directo, y por lo visto, casi hiriente para algunos -la crítica del ABCD no dejaba lugar a dudas sobre cómo debe leerse un libro con preocupaciones ideológicas desde un periódico reaccionario-, pero que al mismo tiempo resulta, para otros, interesante por lo que tiene de golpe en la mesa para, sino denunciar, si alertar sobre la deshumanización de nuestro entorno. La realidad es que esa voluntad de reflejar lo que sucede en la vida de cualquier ciudadano es la que lo aleja de la obsesión tecnointelectual del entorno nocillo y lo acerca a otros narradores como Julián Rodríguez en sus preocupación por decirnos cosas sobre el hombre y su condición en el mundo de hoy.
Y, sin embargo, lo que trascenderá de este libro no será ni el uso más o menos oportuno de las referencias de la era Google, ni la voluntad testimonial y documental del libro. No, lo que muy posiblemente haga más duradero el libro es la simiente que se abre en la narración cuando hay un motor que redistribuye las fuerzas motrices del libro: Lucas. Toda la rabia, toda la deshumanización del libro parecen descongelarse, y el libro termina con alguien al que la llegada de un nuevo ser le ha cambiado la vida. Para bien y para mal, pero la ha cambiado. Y es desde esa mirada desde donde Todo lleva carne cobra nuevo sentido. Porque el libro se convierte entonces en la historia de una transformación, la del joven marginado por la sociedad de mercado, refugiado en la tecnología y la cultura en algo tan corriente como un padre.
Más allá del retrato generacional, lo que se nos cuenta en estas páginas es una Bildungsroman del nuevo siglo, donde tan sólo las responsabilidades de la paternidad parecen servir de bisagra entre la rabia juvenil y el sosiego de la madurez. En un mercado -no vamos a seguir llamándolo sociedad tan sólo por anestesiarnos- como en el que vivimos, donde se nos pretende eternos adolescentes abocados al consumo, quizás ese anclaje a la vida sea la palanca que mueve el mundo.
O tal vez no, tal vez sea la narración de una doma. Todo depende de cómo se lea.

01 diciembre 2008

La realidad como tumor

Para Jordi

Puesta a la venta en España –y medio mundo- como The Kingdom, la cinta del autor danés se ha convertido en una serie de culto que pasa de mano en mano aunque todo el mundo se la quiera quedar.

UNO. Lars Von Trier, para bien o para mal, se ha convertido en una marca, en un distintivo que vende un producto, independientemente de la calidad del mismo. Riget (The Kingdom) está realizada justo en el momento en que esa marca tomó forma. Las dos temporadas de la serie datan de los años 1994 y 1997. Sirvan como referencia las fechas de estreno de algunas de sus largometrajes: Europa, 1991; Rompiendo las olas, 1995; Los idiotas, 1998. Y una, quizás, más determinante, la del manifiesto Dogma 95. ¿Qué quiere decir todo esto? Que las dos temporadas de la serie, que arrasaron en los índices de audiencia de su país, están realizadas en los años en que Von Trier se convirtió en un referente de la cinematografía mundial y, por extensión, en una estrella con marchamo de “autor”.

DOS. La serie funciona como un catalizador de todas las obsesiones de su autor: La incomunicación, el cuestionamiento del intelecto y la razón como herramientas para comprender la realidad, el humor -siempre teñido de absurdo- y la crítica social más o menos explítica. No es casual que para muchos críticos, los de Cahiers du Cinema entre ellos, sea la mejor cinta de Von Trier.
Por un lado está la trama superficial: una anciana aficionada a la parapsicología finge una enfermedad neurológica para ser ingresada en el hospital en el que trabaja su hijo. Allí investiga una serie de sucesos extraños que se están produciendo como la presencia del fantasma de una niña o la del padre del hijo que espera una de las doctoras –su embarazo avanza de un modo inusualmente acelerado-, que es un espíritu. A esta línea argumental se unen otras como la intención de un patólogo de transplantarse un hígado canceroso para que el hospital tome posesión del excepcional tumor que lleva años intentando estudiar, o las consecuencias de la mala praxis de un neurólogo sueco que ha dejado a una niña en estado vegetativo. Este escenario de terror gótico más o menos actualizado con el barniz hospitalario, ha seducido a Stephen King que ha producido una serie que tan sólo prolonga estas tramas epidérmicamente y que es, suponemos, tan ligera e irrelevante como casi todas las adaptaciones cinematográficas de sus narraciones.
Pero, subterráneamente, opera toda una lectura simbólica que se entronca con el shakespiriano “algo huele a podrido en Dinamarca”. Como denuncia la frase de Marcelo, este caos aparente en realidad enmascara el verdadero problema: la ineficacia del sistema, retratada con un humor socavador y muy inteligente, en el que se prefigura el dominio de la comedia de Von Trier que hemos disfrutado en “El jefe de todo esto”. No es casual que el hospital, el más grande de Dinamarca, se llame “Hospital del Reino” (Rigshospitalet), y que en él nada funcione. Al final de cada uno de los episodios el neurólogo sueco, el doctor Helmer, sube a la azotea del edificio, desde donde se contempla la ciudad de Malmö, y exclama “Escoria danesa”. El espectador, que ha sido testigo del mal funcionamiento del recinto hospitalario se ve obligado a estar de acuerdo con esa visión ajena, externa, que se niega a asumir como normal lo que no puede serlo.

TRES. Lo verdaderamente novedoso es, al igual que en toda la filmografía de Von Trier, la situación en la que se coloca al espectador. Por un lado comparte la visión del extraño ya mencionada. Pero sabe que ese extraño es un doctor que ha tenido que irse de su país tras una condena por mala praxis médica y que, apenas ha llegado a Dinamarca, ha cometido un error similar. ¿El espectador como delincuente?
O como idiota. Uno de los atractivos del planteamiento de la serie es la utilización de un “coro griego” que comenta y explica aspectos de la acción para aclarárselos al espectador. Pero dicho coro está formado por los dos lavaplatos del hospital: un chico y una chica con Síndrome de Down que saben más de lo que sucede que el propio espectador y los personajes. Precisamente por su renuncia al intelecto llegan más allá en el análisis de las situación: una historia llena de ruido y furia.
O como pelele. Por si todo esto no fuera suficiente, al final de cada capítulo aparece el propio Von Trier comentando los sucesos de cada entrega, lanzando preguntas sobre lo sucedido o anticipando lo que sucederá. Si fueran, verdaderamente, acotaciones ilustrativas o iluminadoras uno las agradecería, pero esas apariciones que terminan siempre emplazando al espectador a presenciar en el siguiente capítulo como continúa “la lucha entre el bien y el mal” parecen más la puntilla de una tomadura de pelo monumental, que verdaderas revelaciones o astutos indicios para comprender la historia. El empeño del movimiento Dogma en presentar como documentos reales y libres de artificio lo que no son más que ficciones sería otra muestra de esa manipulación.

CUATRO. Paradójicamente, la serie entra dentro del nutrido grupo de narraciones inacabadas, fundamental para entender la narrativa –escrita, audiovisual o como sea- de occidente. Ahí están Proust, Kafka, Musil, Welles, etc. como ejemplo. La muerte de los actores que interpretan al doctor sueco, a la espiritista y a uno de los lavaplatos, sirve como excusa perfecta a Von Trier para no continuar la serie por muchas presiones que reciba. Pero queda la sospecha de que la serie no puede tener un final, como no lo tiene la vida. Lo enrevesado de la trama, la gran cantidad de historias secundarias que se esgrimen, sirven para sospechar que la intención no fue nunca la de dar soluciones, sino la de plantear preguntas, la de analizar, con mirada siempre inteligente, la vida. Situar al espectador como integrante final de este enredo.

(Artículo aparecido en ABCD las Artes y las Letras el 29 noviembre de 2008)