22 abril 2010

La Noche de los Libros (23 de abril de 2010)



23:30h. A medio camino entre la intimidad y el exhibicionismo
Eduardo Halfon (Guatemala), Marta Sanz, Bob Pop (Roberto Enríquez) y
Antonio Jiménez Morato (concepto y coordinación del evento).
Acompañamiento DJ Niño Helado
Improvisación literaria, performance escrita
La Pecera del Círculo de Bellas Artes. Cafetería.
Entrada libre

¿Escribir delante de todo el mundo? Desde luego parece algo novedoso porque todos hemos pensado que la labor del escritor es propia de la intimidad y del recogimiento, hasta el punto de que llega a ser casi impensable que un escritor acepte el reto de exhibir ante un público sus tics, sus modos de escritura, sus pequeñas manías. Pero, realmente, la escritura tiene mucho de lucha, de pulsión, y eso puede ser concebido como un espectáculo de primer orden. Más todavía si el autor acepta el reto de dejar que el público entre en su intimidad. Lo más novedoso de la propuesta es lo que tiene de inserción del lector en el tradicionalmente íntimo momento de la creación literaria. Realmente, un escritor raptado por la creación es lo más parecido a una performance que podemos imaginar. Lo que sucede es que donde el bailarín usa su cuerpo el escritor trabaja con el cerebro, donde la expresión corporal se dibuja en el movimiento el escritor va disponiendo las palabras, un perpetuo movimiento al que rara vez se tiene acceso. Nunca se tiene la oportunidad de presenciar ese proceso. Pero eso se debe a que nunca se ha invitado a un escritor a realizar su trabajo en público.
Pero no se trata tan sólo de acceder a la intimidad del escritor, de romper la barrera del pudor, sino también de franquear el paso al laboratorio de la escritura, de permitir que el espectador entre en el texto. Lo que diferencia a una improvisación literaria del espionaje a un escritor es que él es consciente de que está ante un público, de que está realizando una pieza que se acerca mucho a una performance. No tiene el público leyéndolo, sino que tiene un público con el que interactuar, con el que dialogar, en el que inspirarse, del que huir, al que seducir. El escritor no sigue trabajando en su despacho con una cámara que le espía, al contrario, el público interactúa con él. Está ante él, lo lee en el mismo momento en que crea, contempla sus correcciones, los arrebatos, los arrepentimientos, el éxtasis de la creación, la lucha contra el material con el que se trabaja. Un momento único, una experiencia para recordar.