27 abril 2006

De puente en puente

Se le ponen a uno los pelos de punta al pensar que, sin apenas darse cuenta, ya estamos de nuevo en época de puentes –como todo español sabe hay dos épocas de puentes, una comienza con el del Pilar y va hasta Reyes, con Todos los Santos y la Inmaculada de por medio, y la otra comienza en Semana Santa y termina, en Madrid, con San Isidro- que junto al veraneo son los momentos de ocio y esparcimiento del español. En otros lares, por ejemplo en Francia, que es una sociedad laica que no deja llevar crucifijos ni velos a los niños en clase, las fiestas están distribuidas de un modo más racional: verano, fin de año y primavera. Pero aquí no, aquí disfrutamos de unos fines de semana más o menos largos en los que aprovechamos todos para ver el estado de las carreteras, y como vamos muchos al mismo sitio podemos analizar metro a metro el asfaltado de las mismas. Sin ir más lejos, el pasado domingo de resurrección –lo pongo en minúscula para no suscitar encono de extremistas religiosos de ningún signo- uno estuvo unas siete horas en un coche para hacer un viaje que, normalmente, lleva unas cuatro horas. El español debe ser, por las circunstancias, una de las personas que más sabe de asfalto, firme o piso –pueden usar el término que prefieran- porque está muchas horas sobre él. Yo conozco las ventajas del alquitrán frente al cemento estriado, pero no desprecio la calidad de este último en terrenos dados a las heladas, por ejemplo.

Así que, a la espera de que llegue el puente del primero de Mayo, no sabe uno si echarse al monte o a la autopista –que viene a ser algo muy parecido- o refugiarse en casa con una guía de viaje completita y contar en la oficina lo bonita que es Roma, a fin de cuentas las guías son caras si uno también tiene que pagar el billete y el hotel, pero si se queda uno en casa se ha dejado sólo unos veinticinco euros y va a dar el pego de que ha estado allí, en la sociedad de la representación en la que nos movemos no me parece el método más estúpido de actuar, a qué mentirnos, y no pasa uno a ser estadística, se ponga o no el cinturón de seguridad.