Qué tonto soy, no darme cuenta de que los cuentos de Quim Monzó son pornografía para haberme puesto a leerlos sujetando el libro con una sola mano. Si al final van a tener razón mis amigos: no es que no ligues, tío, es que no te das cuenta de cuando las tienes a punto de nieve.
Visita uno un poco los sitios de este universo paralelo -domésticamente lo llamo Uqbar y ése es el nombre de mi alias, en el mundo PC es conocido como acceso directo, del navegador en el escritorio- y no puede hacer otra cosa que quedarse gratamente sorprendido al ver que en la Generalitat -sí, chicos, lo escribo en catalán porque la palabra Generalidad me da un poco de irisipela y además soy como Aznar, hablo catalán en círculos íntimos, y le leo a Ana Botella mis poemas- ha puesto en marcha otra posibilidad de "animación a la lectura" que ya se me ocurrió a mí cuando cursaba COU. Lamento ponerme las medallas, pero es que es así, pueden constatarlo los compañeros que dormitaban conmigo en los pupitres del instituto en aquellos años.
Recuerdo que en la asignatura de Literatura española del siglo XX había dos lecturas de narrativa hispanoamericana propuestas de las que había que escoger una: o Pédro Páramo o Cien años de soledad. En mis instituto la obligatoria era la de García Márquez, y los enfermos -de literatura- nos leíamos las dos. Bueno, aunque quede inmodesto, yo ya las había leído, así que a mí me tocó Rayuela. Muchos de mis compañeros se quejaban de que el libro era muy gordo -ya lo habían hecho con La colmena- y recordé que lo que más les gustaba a todos de la novela de Cela eran los pasajes más sexuales -decir sensuales para caracterizarlos me parece sonrojante. Así que, en medio de clase, sin cortarme un pelo, dije que la novela del colmbiano era mejor que la del gallego porque había más polvos. Lo dije así, y la verdad es que la profesora no me corrigió.
Pues bien, apelar a los bajos instintos, ésa es otra técnica que, cada vez más, se descubre infalible para acercar a la gente a los libros. Se dio cuenta de ello Vargas Llosa en La ciudad y los perros, y se han dado cuenta de ello en la Generalitat. Así que han decidido colocar como lectura del programa el libro de Quim Monzó Olivetti, Moulinex, Chaffoteaux et Maury. Que es un libro magnífico, como todos los de Monzó.
Pues bien, en ese libro hay pasajes que a los siempre brillantes cerebros de los colaboradores de la COPE, de Libertad digital, y de demás medios que se caracterizan por su aprecio por la cultura, a la que ceden todo su espacio, les parecen pornográficos. Al que no lo crea, le invito a que lea, por sí mismo, la noticia. Es más, se ha encargado de que su lector promedio pueda leer todo lo que soporta leer de un tirón, que es foilio y medio, y se ahorre los ocho euros del libro. La muestra de la selección pornográfica está aquí.
La verdad es que la lectura de estos artículos a uno le reconforta. Primero porque supone que la estela reaccionaria de este país -Catalunya, amigos, es también España- sigue siendo tan cateta como ha sido siempre, sin saber leer y entender cabalmente un libro. Lo segundo porque uno estaba ya preocupado con las nuevas técnicas filomarxistas del PP -manifestaciones, convertirse en adalides de la libertad de expresión y de la libertad en general- y ya las cosas han vuelto a su cauce. Menos mal que todavía hay políticos como Dios -o Rouco Varela- manda.
En la Genralitat hay alguien con cabeza. Aprovecho para sugerirles otro título para el año que viene, también es un autor catalán y es todavía más descarnado. Se trata del libro de Sergi Pàmies: La gran novel.la sobre Barcelona. Una maravilla, sobre todo el cuento del tipo que, por divertirse un fin de semana se marca una orgía homosexual con drogas y todo. A lo de la COPE les va a encantar, y a los chavales también, todos contentos.