Después de un fin de semana dedicado, por un lado, a las labores profesionales propias de mi condición -perdón por esta manera tan rebuscada de hablar pero es que he recordado los comentarios de un periodista deportivo cuando hablaba de que un jugador se había podido romper los huesos propios del pie-, en fin, que estuve corregiendo ejercicios de los alumnos de mis talleres de cuento; y, como eso no suele ser suficiente, de excederme un poco con la ginebra, porque no me bastó con ir bebiendo al buen tuntún Beefeater y Tanqueray dependiendo del bar al que fuera, incluso creo que cayó algo de Bombay, aunque lo de Sapphire creo que fue el miércoles en la inauguración de la terraza Skynight, diseñada por Nouvel, del hotel Puerta de América -qué quieren, ya sé que es contradictorio estar siempre hablando mal del mercado y evidenciar esta superficialidad, pero uno es humano, y había barra libre, si no puedes vencerlos desde fuera no está mal la táctica de guerrillas, y además un poco de buena vida no vuelve a nadie tonto-, total que no me auerdo ya ni de las copas de este semana, y eso debido a que además de la ginebra cayeron antes un montón de cervezas. Por eso llegué al domingo con el hígado algo perjudicado y tremendamente cansado, necesitado de sueño.
El domingo transcurrió entre partidos de fútbol, aburridísimos los jugadores, más aún los locutores, y el libro de Mercedes Cebrián, del que ya hablaremos un día de estos, no se preocupen, aunque fue lo mejor del domigo, la verdad.
Así que poca cosa me apetecía contar hoy y, para colmo, he estado todo el día buscando contactos para promocionar los talleres intensivos de verano de la empresa para la que trabajo, así que tampoco he tenido tiempo de meditar mucho qué decir aquí.
Podría haberme puesto a despotricar contra la variedad de medias verdades a vueltas del referéndum con que los rotativos nos han recibido esta mañana. Mañana que, por cierto, ha empezado muy pronto para mí porque el amigo Gonzalo quería que hiciese de profesor para una delicia en forma de corto que se llamará Benelux y que hemos estado rodando esta mañana en el aula donde pasé tercero, cuarto y quinto de EGB. ¿Quién me iba a decir que acabaría haciendo de profesor en ella? No se impacienten, en cuanto esté acabado el corto intentaremos que lo vean, aunque sea a través de You Tube.
O podría haber comentado los curiosos cambios en el organigrama de El País, en los que el hasta ahora jefe de deportes pasa a cultura. Total, como en El País a nadie le preocupa informar, tampoco hay que extrañarse de que uno pase de Butragueño o Ronaldo a Heidegger. También podría haber colgado el segundo capítulo, esperemos que el último, de la historia de Iker Jiménez -no puede ser de mi familia, nadie de mi familia puede ser tan tonto- y el "cosmonauta fasntasma". El muy caradura ni tan siquiera reconoce que la ha cagado. Eso sí, el colaborador que trajo la historia, por lo visto, a la puta calle. Lo explican muy bien en Magonia.
Total, que había tanta tontería en el ambiente que he aprovechado la hora de la comida para navegar un poco y encontrarme con que en Microsiervos hay otro fanático de Escher como yo. Alvy ha colgado unas cuantas imágenes en Flickr para los que, como he hecho yo, quieran utilizarlas.
He escogido esta no porque me parezca la mejor de Escher, al igual que Alvy posiblemente la que más me gusta sea el mural Metamorfosis -que, por cierto, estamos nostálgicos y escolares hoy, fue una de las imágenes que tuve en mi carpeta de escolar desde tercero de bachillerato hasta tercero o cuarto de carrera-, sino porque al lado de mi casa, en la calle Conde Romanones 14 o 16, ahora no recuerdo bien, están terminando de rehabilitar un edificio y en el enfoscado de la fachada han usado la trama de lagartos claros y oscuros encadenados como tópico de la decoración. Y, desde el primer día que lo vi -y paso por allí a menudo-, me ha llamado la atención ese pequeño rincon escheriano en la parte más romana de Madrid.
Vaya por Maurits Cornelius Escher, que se permitó el lujo de mandar a paseo a Mick Jagger cuando le pidió una imagen para la portada de un disco.