El verano ya llegó y, a falta de a uno le inviten a la fiesta, la de la canción hortera, por supuesto, se entretiene uno viendo llegar e irse unos cuantos libros. A mí me está saliendo el verano a uno diario o cada dos días, dependiendo de las cabezadas que me proporcione. De hecho tengo distintos libros dependiendo de donde los vaya a leer distribuidos por casa. El de pensamiento político lo tengo junto al sofá, para las siestas, el de microcuentos junto a los fogones, para que no se me pasen los guisos, la novela sobre la cisterna del retrete, que es cuando me veo más centrado, y al lado de la cama uno para leer a una mano. Los malos están en una bolsa de papel junto a las guías telefónicas, todavía no sé si los venderé o los echaré al contenedor de papeles.
En fin, entre tanta lectura me he encontrado con dos ejemplares dos de Contar las olas, que han de lidiar los afortunados lectores que se animen a decirnos el título y autor de un cuento que debería estar en este libro. Por ejemplo -empiezo a sentirme un poco Mayra Gómez Kemp-, "El mar", de Medardo Fraile. Un, dos, tres, comente otra vez.