Una de las cosas que se pueden hacer sin miedo este verano es acercarse al País Vasco y tomarse unos pintxitos en cualquier bar o taberna –lo pueden hacer incluso los que no quieren participar en el proceso de paz, mal que les pese.
A mí los pintxos que más me han gustao –me voy a ir metiendo en ambiente- los tomé en la plaza de Bilbao, o sea, en el centro mismo del mundo. Ahí es nada. Algunos me decían que en Donosti estaban para mojarse los dedos pero yo creo que tuve mala suerte porque no estuvieron al nivel de los bilbaínos.
En fin, unos tienen la delicia de la Concha y otros el adefesio del Guggenheim para compensar.
Seguimos con aire generoso y esta semana regalamos –así, con dos cojones- un librillo. Se trata de Pintxos. Nuevos cuentos vascos. Ojo, que nadie haga coña con lo de los viejos cuentos del linaje de Aitor y los nuevos, ¿eh?, que no va de eso el asunto.
En este caso la pregunta –ya sabéis, gana la que me parezca más divertida o inteligente, que vienen a ser casi la misma cosa- es menos cabrona que la de la semana pasada, ahora va de buen rollo: deciros que pintxito literario os gusta más. Una cosa así, pequeña pero sabrosa, que de ganas de seguir comiendo. A modo de ejemplo: A mí me gusta meterme entre pecho y espalda cada día un artículo de Camba. Ligerito y con sustancia, no como las recetas del Adriá.