05 julio 2006

Las noches blancas

Sé que no me lo agradeceréis los suficiente, pero aún así me quito horas de sueño para poder teneros al tanto de lo que sucede por estos mundos de dios. Ayer fue el programa de Sánchez Dragó –la verdad es que no me gusta nada como escritor y tampoco mucho como director de programas culturales pero, teniendo en cuenta lo que hay, en el país de los ciegos el tuerto es el rey- el que me robó horas de sueño. La razón, bien sencilla, es que, al zapear por los canales disponibles –ejercicio que me lleva cada vez más tiempo gracias a la inflación de canales nacionales y locales que vivimos- me encontré con que el amigo Sánchez Dragó había reunido a Pote Huerta, Andrés Barba, Rafael Reig, Irene Zoe Alameda, José María Mijangos, David Barba y una chica muy joven de la que no retuve el nombre –soy algo despistado, de los otros me acuerdo porque les conocía- y de la que se olvidaron los rotulistas del programa.
Por encima de los comentarios que fueron surgiendo en el programa y que se apagaban a la misma velocidad, como fuegos de artificio, llenos de la necesidad casi imperiosa de todo autor joven de marcar territorio y hacerse nombre, y con una voluntad un poco macarra de demostrar lo airados que son, me quedo con el momento en que Andrés Barba se atrevió a hacer lo que muchos piensan y pocos hacen, que no es otra cosa que tirar a ese baúl de libros deleznables el tostón del Gárgoris y Habidis del propio Sánchez Dragó. Y además lo justificó con acierto evidente, ya que es un libro que, como bien dijo, se pierde en detalles banales y absurdos en vez de ir al verdadero centro de la cuestión, que es la religión en España.
Como muestra del pensamiento centrífugo de Sánchez Dragó una perla que soltó ayer en el programa: Irene Zoe Alameda le tuvo que recordar que en el Quijote el cura y el barbero queman los libros de caballerías del hidalgo. El autor más espiritual de la literatura hispana se debía pensar que el humo de la hoguera serían la sobrina y el ama quemando incienso en plena meditación budista, como si estuvieran en un ashram.