Que Alianza haya cumplido cuarenta años es, qué duda cabe, una buena noticia. La manera escogida para celebrarlo no me lo parece tanto.
Uno, que tiene en su biblioteca muchos libros del Libro de bolsillo de Alianza no puede negar que han sido -y son todavía- una parte fundamental de su vida como lector, por eso pienso en un lector joven, de dieciséis o diecisiete años que puede comprar estos diez títulos en unas buenas ediciones y a un precio más o menos asequible, y me alegro.
Quien posiblemente no estaría tan contento sería el propio Daniel Gil, ni los creadores de la editorial, Salinas, Ortega Spottorno y Javier Pradera, al ver cómo se ha pervertido la idea de una colección histórica que puso la cultura al alcance de muchos. El objetivo era que un lector pudiera llevarse un libro por el mismo precio que entraba en el cine, y se diseño una colección de libros algo endebles -sobre todo a medida que pasaron los años y los costes de producción bajaron- pero que resultaban baratos y que, en el momento en que Gil se hizo cargo de las portadas de los mismos, muy atractivos. Esas portadas, en las que no dudaba a la hora de adaptar la tipografía, la disposición de los elementos y lo que hiciera falta para lograr una portada atractiva al lector, son ya míticas dentro de la historia del libro español.
Por eso a uno le extrañó en su momento que cambiaran el diseño de la colección para pasar al que ahora tiene, en el que los tipos de la portada son casi siempre los mismos, las viñetas son meras utilizaciones de bancos de imágenes, y además han perdido la singularidad que los diseños individualizados de Gil le daban a los textos. Hablando en plata: dieron unos pasos atrás.
Por eso que ahora recuperen, a bombo y platillo, diez títulos con el diseño y maqueta clásicas a uno le huele a chamusquina. Y lo de que los editen con tapa dura -un libro de bolsillo con tapa dura, una idea muy brillante, sí señor- y acabados en brillo satinado, que van directamente en contra de la concepción de Gil -a lo mejor porque como el hombre murió hace un par de años no va a pedirles cuentas- a uno le parece una decisión de departamento de mercadotecnia, pero no, desde luego, de un editor serio.
Claro que en Alianza están ya acostumbrados a hacer estas ediciones conmemorativas con poco criterio. Hace diez años publicaron la Biblioteca 30 aniversario. Encargaron su diseño a Alfonso Meléndez y Andrés Trapiello. Estos aparecieron con un diseño precioso, con tipos de fácil lectura y de un tamaño ajustado, un álbum de fotos y un ensayo cronológico sobre el autor al final de cada volumen, y una cubierta elegante y clásica. Todo preparado para editarse en un papel ligero y resistente, que permitiera volúmenes de fácil lectura pero livianos. Una preciosidad, vamos. Los que quieran ver esos libros deben comprar los de la colección Narrativa Clásicos de Pre-Textos. La gente de Alianza -suponemos que también debieron ser los lumbreras de mercadotecnia- decidieron que era mejor una sosa portada roja de hilo, que al menos era elegante, con una sobrecubierta de plástico de muy dudoso gusto y una caja gris que no acababa de casar con la pretendida elegancia de la edición -pero que al menos protegía el ejemplar, eso sí.
Menos mal que si una va a una librería de viejo puede comprar ejemplares de Alianza Libro de Bolsillo de los buenos.