17 enero 2006

El periodista deportivo

Ha llegado el momento de reconocerlo. Ahora la religión es el deporte. De ahí surgen símbolos, de ahí nacen los nuevos mitos de la sociedad. Ahora el objetivo es tener diecinueve años, una carrera deportiva existosa y, a ser posible, -aunque lo normal es que venga acompañada con el éxito- la cuenta corriente repleta de ceros. A las niñas se las prepara para que sean tenistas de primera línea, a los niños futbolistas -aunque siempre hay casos raros como golfistas o pilotos de cerreras-, lo importante es que estén dando dividendos lo antes posible.
A algunos les extraña, incluso se indignan, cuando ven que los noticiarios televisivos reparten su tiempo de emisión entre las noticias propiamente dichas y el tiempo de deporte. A partes iguales. O sea, que les produce una enorme desazón ver que se dedica el mismo tiempo a la Guerra en Irak -que, por cierto, todavía no sé porque la llaman guerra en vez de ocupación o invasión, pero de la manipulación del lenguaje hablaremos otro día- que a la crisis del Atlético de Madrid, camino del descenso. A mí a veces me pasa lo mismo. Pero, en vez de indignarme, apago la telvisión y veo como en mi cada reina una merecida paz.
Ahora bien, hay otra cosa que me preocupa más y es que, no sé si por ósmosis -acentuada por la cercanía, ya que comparten mesa en el plató- o porque son conscientes de que la gente apenas atiende a las noticias y espera ansioso las del deporte, los periodistas "serios" están tomando los modos y las tácticas de sus compañeros de la sección deportiva.
Así, podemos ver que el rifirrafe que se traen los políticos con el Estatut se nos cuenta más o menos del mismo modo que la lucha en la liga entre el Real Madrid y el F.C. Barcelona -porque eso es lo que cuenta de cada liga, el combate pugilístico que nació cuando el tirano mandaba y el famoso caso Di Estéfano, independientemente de que otros equipos ganen ligas o tengan una mejor marcha que alguno de los dos grandes, pero ni aún así tienen tantos minutos como ellos-, y vemos como los sucesivos acuerdos se nos narran igual que las lesiones, o el empeoramiento o mejora del juego de cada uno de los equipos. En cualquier momento se desmelenarán, seguramente apelando a la livbertad metafórica, y hablaran del último fichaje del tripartito o del cambio de entrenador de los populares.
O, para que no me acusen de jugar en terreno local, está el ejemplo de la crisis nuclear de Irán -muy parecida por cierto a la que no hace mucho vivimos con Corea del Norte. Sin entrar a juzgar la cuestión -¿por qué los USA, Alemania, Inglaterra y Rusia sí pueden tener armamento nuclear y el resto de los países no?; ¿por qué nadie impide a la India que lo tenga?, ¿será porque es un subterfugio yanqui para tener misiles junto al suelo chino?; ¿por qué Brasil tiene armamento nuclear?, muchos porqués, claro- lo evidente es que la manera de presentárnoslo todo se parece mucho a las técnicas de los promotores de combates de boxeo para calentar las veladas. Amenazas, apariciones en medios de comunicación provocando al rival... Todo con tal de que el graderío esté caliente y abarrotado, paraque luego se pueda retransmitir el espectáculo: vía CNN o Fox, que para eso pagan, en los cinco continentes.
Supongo que todo se reduce a que un grupo de hombres sentados alrededor de una mesa a puerta cerrada dialogando como seres humanos es un espectáculo anodino y primitivo, propio de viejas civilizaciones como la polis griega. No hay ninguna cadena de televisión, ningún patrocinador, que pague por eso. La gente, comportándose como tal, no es noticia.
Por cierto, si alguno se pregunta el por qué de la foto -otro porqué- es porque se trata del Misil de Panamá. Encontrado en la web.