Lo de que cada vez vivimos menos, o con menos intensidad, y entendemos el mundo como representación debe ser cierto. Tampoco vamos ahora a detenernos en analizar porque la gente cada vez saca más veces el móvil para grabar las cosas que les suceden en vez de vivirlas, del mismo modo que vemos a los japoneses más preocupados por recolectar documentos -fotográficos y videográficos- de sus visitas en vez de disfrutarlas e, incluso, -tampoco vamos a señalar la paja en el ojo ajeno y hacer como que no vemos la viga en el propio- relatar las cosas que a uno le suceden, incluso las que no le suceden, en un blog.
Pero lo que me ha llamado poderosamente la atención hoy ha sido que ya seamos conscientes de nuestra sociedad espectacular, que vivamos con tranquilidad exhibicionista el ser observados. Hasta el punto de que en la calle Preciados -una de las más transitadas de Madrid para los que no la conozcan- los obreros que están realizando las obras del nuevo intercambiador de transportes han decidido, como si se tratase de concursantes de un reality o de atores interpretando una obra -y creo que Gallardón es el director de escena- abrir "ventanas" en la valla protectora para que los transeúntes puedan seguir sin mayor problema cómo va la obra. Hasta hoy veíamos cómo los ociosos se las apañaban para echarle un ojo por los resquicios de las vallas, pero que los obreros ejercieran su papel de entertainers con tanto desparpajo no lo había visto nunca.