05 enero 2006

Elogio del plomo

No ha querido uno nunca entrar en el discurso tan reiterado de que España es diferente, casi siempre peor que con lo que se compare, que ha imperado durante muchos años, pero hay cosas que no hacen sino confirmarlo.
Mientras en este terruño las publicaciones que más venden están hechas con cientos de fotos a las que, como mucho, se les añade un pie donde se explica lo que vemos -vean ustedes el Hola, Lecturas, etc.- y esta estética alcanza cada vez a más diarios de información general -de los gratuitos y deportivos obvio todo comentario para no hacerles, ni hacerme, perder tiempo-, en otros países la banalización de una publicación provoca iras de sus lectores y suscriptores.
Es lo que esta sucediendo con el Frankfurter Allgemeine -existe la posibilidad de admirar la edición en papel a través de la web-. Para los que no lo conozcan les diré que es una de las intituciones periodísticas de Europa, que hasta hace poco mantenía una estética clásica de preiódico formato sábana en la que no había fotos y el único color que podía encontrarse en el periódico era el negro de las letras sobre el fondo blanco, el Frankfurter hace de Le Monde un periódico de aspecto alegre. Era, y es, un periódico más inclinado al análisis y la reflexión que a la información rápida y apresurada, y en él se concedía el lugar de privilegio a lo que realmente importa en un periódico: los textos. Hasta tal punto era clásico que había mantenido los caracteres góticos alemanes para la cabecera y los títulos de las secciones.
Pues bien, en noviembre la cúpula directiva -tiene cinco directores- y supongo que los accionistas mayoritarios decidieron poner en marcha algunos cambios. Agrandaron un poco la letra -lo que supone acortar los textos-, incluyeron el rojo como marca en los sumarios -que no deja de ser un toque elegante pero parece menospreciar la inteligencia del lector- e incluyó fotos a todo color en el las páginas interiores -uno de los propios directores, Werner D'Inka, ha negado que se les haya pasado ni tan siquiera por la cabeza incluir una foto en portada- y eso ha depertado oleadas de críticas por parte de sus lectores. Muchos amenazan con cancelar su suscripción al diario si no se da marcha atrás en los cambios.
Para algunos esto se debe al perfil claramente conservador del diario y, por extensión, de sus lectores, pero olvidan que muchos de los que han alzado su voz son jóvenes veinteañeros que han escogido el FAZ -siglas por las que se lo conoce- precisamente por ese respeto tipográfico. Que en la era de Internet y la televisión, donde es sumamente fácil estar al tanto de lo que ocurre en segundos, e incluso contar con fuentes de información independientes que se mueven a través de la web, muchos jóvenes que han crecido inmersos en esa cultura de la imagen se aferren a un medio de comunicación escrito no es algo baladí. Los que compran este periódico están dispuestos a pagar por leer textos amplios, textos en los que se permite el sosiego de la lectura y la reflexión frente a la urgencia que imponen los medios habituales. Estos jóvenes disfrutan con el pensamiento.
En España esto resulta impensable, no ya por la escasa cultura tipográfica del español -frente a la rica tradición analítica y creadora de la tipografía centroeuropea-, ni por que los niveles de lectura sean lamentables -y basta con ver el éxito que tienen los rotativos gratuitos que ensucian los suelos de las calles y transportes públicos de Madrid de lunes a viernes-, ni tan siquiera porque aquí la gente esté más enganchada al fácil consumo televisivo -como indican los estudios sociológicos-, sino porque en España nunca se ha fomentado el pensar, la conversación, la reflexión y, por ende, la lectura.
Cada vez que leo alguna noticia como esta me acuerdo de que, siendo yo pequeño, mi madre decía que para qué quería tantos libros, que me gastase el dinero en otra cosa más práctica, o en como mi padre me arrancó una vez un periódico de las manos porque no entendía que perdiera tanto tiempo con la lectura. No creo que mis padres fueran mucho peores que el español medio, la verdad.
(Por respeto al FAZ, esta entrada va sin imágenes).