23 septiembre 2006

Las ilusiones recobradas

En un mercado editorial -que es en lo que nos movemos hoy, no hagan caso de los que lo llaman "panorama cultural" o "república de las letras", o son idiotas o son demasiado listos, no se fíen- como el nuestro siempre se destaca la novedad. Así es más sencillo escuchar hablar o leer sobre inéditos, de nuevas novelas o ensayos, que de libros fundamentales que deberían estar en cualquier biblioteca, pública o particular, que se precie. Un poema olvidado en un cuaderno escolar, unos bocetos abandonados por su mala calidad, cuentos o novelas a medio escribir, apuntes para su futura elaboración que se quedaron incompletos, indefinidos, porque la desidia o la muerte del autor así lo quiso, merecen más espacio en los panfletos semanales -los llamados "suplementos culturales"- o en las páginas de información cultural de los diarios que los buenos libros.
Hasta cierto punto es lógico, lo único que se puede hacer con un buen libro es recomendar su lectura, pero con lo otro se tiene una "noticia", esto es, algo que sale de la norma y que, suele ser así, parece desagradable.
Así que no creo que en muchos lugares hablen de este libro -o tal vez sí, las sorpresas están, también, a la orden del día- y lo harán de pasada, en un ladillo para rellenar página, o como una mera referencia en medio de un artículo. Y sin embargo es fundamental que el lector pueda encontrar este libro en las librerías.
Se trata de Las ilusiones perdidas de Honoré de Balzac. Es la más extensa y para muchos la mejor de las novelas de su autor. En la nota de prensa del libro se dice que es la apoteosis y síntesis de ese proyecto casi inhumano que se llamó La comedia humana, y creo que es verdad. Es muy difícil encontrar una novela en la que haya tanta verdad -se aprecia desde la primera página que en muchos aspectos y temas que trata la novela no es sino un trasunto de biografía del propio autor- y que, pese a los años que han pasado desde su publicación, permanezca tan vigente como ésta.
Estructurada en tres partes, la primera y la última transcurren en una capital de provincias donde las envidias y compartimentos estancos de la sociedad se hacen patentes desde la primera página. Pero es el hecho de que todo gire en torno a los libros -los protagonistas son un editor y un poeta- la hace especialmente interesante para todo interesado en la literatura. Por ejemplo, sus explicaciones del proceso que se sigue para la edición de un libro son iluminadoras para todo aquel que lo ve como un hecho artístico que nada tiene que ver con el trabajo fabril o el esfuerzo económico de los implicados en él.
Pero lo verdaderamente brillante, los grandes momentos de la novela y que la hacen permanecer hoy joven y actual, se encuentran en la segunda parte. Allí presenciamos el ascenso profesional y social del protagonista, Lucien de Rubempré, el poeta lleno de ilusión de la primera parte, y su debacle final por no saber moverse en el asfixiante y exigente mundo parisino. Allí el joven idealista se encontrará con autores bohemios que encarnan "la gran literatura", el "verdadero arte", y con la realidad del mundo editorial -empresarios que sólo buscan beneficios e influencia-, del periodístico -pícaros que no dudan en cambiar de opinión si eso les va a facilitar una mejor posición social o económica- y de la escena -donde las actrices saben combinar sus capacidades dramáticas con las sexuales a la hora de lucrarse. Pero, lejos de parecer una crítica despiadada, un análisis irónico de un mundo de decadencia-cosa que también es-, el novelista plasma la fascinación, la atracción que siempre sintió por este mundo alocado. Si a eso le añadimos que, en vez de estar hablando del mundo cultural parisino del primer tercio del siglo diecinueve, parece estar retratando cualquier redacción, editorial o camerinos de hoy en día, tomamos conciencia de la sorprendente vigencia de esta novela.
Que estuviera totalmente agotada e inencontrable, y que los editores se hayan decidido a realizar una nueva traducción y una edición con numerosas notas que acalaran muchos aspectos que sólo los expertos conocerían, hace que esta publicación debiera ser la noticia de la semana en el mundo editorial. Les puedo dar el titutlar:
Una novela fundamental de nuevo en las librerías.
Y la entradilla podría ser así:
Mondadori continúa la recuperación de clásicos fundamentales -como la traducción de Cortázar del Robinson Crusoe o la traducción de Valverde del Club Pickwick- con una nueva edición de la novela de Balzac, Las ilusiones perdidas.
A ver si alguien se anima y reeditan también el estudio que hiciera Carlos Pujol de la Comedia humana, que también va haciendo falta. Entretanto, el lector tiene la opción de llevarse a casa el últimon tostón de Muñoz Molina o esta novela. Ya no tiene la excusa de decir que lee eso porque no encontraba otra cosa.
Y hay poco más que decir, lo importante está en las setecientas páginas de la novela.