14 septiembre 2006

Más de lo mismo

Para mi sorpresa, pagándolo con fondos públicos, el Instituto Cervantes va a cometer la imprudencia de publicar un libro llamado Saber escribir de un tipo que no sabe hacerlo. Yo supongo que entre los cientos de hablantes, y miles de escribidores, que usan el castellano o español no debe haber nadie tan indicado para ese menester. Esto es, enseñar a escribir a los que no saben. El Cervantes, que como todo el mundo sabe es el terrenito donde los escritores de poca monta se ganan el plato de lentejas, debería ser un poco más serio a la hora de gastar los dineros de todos los españoles.
Cesar Antonio Molina, que es ese escritor que publica por estar en (un) cargo –esto es, si no estuviera en la presidencia de las instituciones en que ha estado no le publicaba ni Dios- debería ser un poco más serio a la hora de encargar estas tareas. Manuel Seco, por ejemplo, está ahí, y muchos otros estudiosos de la lengua con bastante más razones para firmar un libro así.
El señor Aparicio destaca por su capacidad literaria y de trabajo. Por ejemplo, con la excusa de la publicación de un reciente libro de microcuentos, La mitad del diablo, confesaba a los periodistas que algunos de esos textos los había escrito a destajo, varios por día, y estaba muy orgulloso de ello. Alguien le debería explicar al señor Aparicio que el mérito no está en escribir muchos, sino en escribirlos buenos.
Con esos mimbres, da un poco de miedo pensar qué delirios saldrán de la pluma de este hombre bajo la excusa temática “saber escribir”. Duda incluso de que se pueda enseñar a hacerlo de un modo creativo, y eso, en cambio, es sencillo de entender puesto que él nunca lo ha hecho.
En el mismo artículo en el que me he enterado de esta noticia hay otro autor, José Antonio Millán, que sería, por ejemplo, mucho más indicado para estos menesteres. Entre otras razones porque lleva ya mucho tiempo dedicado a ello y lo hace con bastante eficacia a través de Internet y de sus libros.
Claro, que de lo que realmente parece ir el asunto era de talleres de escritura. Andrés Barba, un chico que escribe, considera que no se puede enseñar a escribir literatura en talleres, pero no tiene empacho en vivir de ello. La coherencia no parece ser una virtud en este país y no vamos a pedírsela al señor Barba, por supuesto.
No deja de ser curioso que sea José Antonio Pascual, que trabaja para la RAE y es el candidato perfecto para ser el más rancio, sea, por el contrario el que parece más despierto, a lo mejor porque no está luchando en esta guerra por su plato de lentejas –cuanto Esaú hay por el mundo, sí señor- y es el que dice algo que cualquiera con dos dedos de frente sabe: que enseñar a la gente a escribir es algo fundamental, porque quien escribe bien es porque ha pensado bien antes y sabe ordenar su pensamiento y expresarlo de un modo eficiente. Y que aprender a escribir de un modo creativo es explorar nuevos modos de enfrentarse a la realidad, a hacerlo de un modo innovador y emocionante, no como los hacen, por ejemplo, Juan Pedro Aparicio o Andrés Barba, que se podrían encuadrar en el grupo –viva Cantor- de “más de lo mismo".