02 mayo 2006

El mundo del automóvil: carburantes y parquímetros

Anda uno algo preocupado con lo de la nacionalización de Hidrocarburos que ha puesto en marcha Evo Morales. Pero poco, la verdad. Ando sorprendido por la reacción política del caso: el ejecutivo se reúne con la empresa española afectada, se piden explicaciones al gobierno boliviano, el jefe de la oposición que hace cinco días defenestraba una opa entre empresas nacionales –bueno, para Esperanza Aguirre Gas Natural era extranjera, lo que me obliga a escribir siempre su nombre junto al apellido no vaya a ser que, con las ideas que tiene, piense alguien poco informado en Lope de Aguirre como el origen de sus perlas- y defendía a una alemana se tira ahora de los pelos con esta acción en contra de empresas españolas, y, por supuesto, los estrausistas de nuevo cuño que, desde columnas en prensa o en la televisión llaman a Morales, Kirchner y Chávez salvajes, poco preparados intelectualmente, indígenas –como insulto, ojo- y personajes de escasa catadura moral que no respetan las reglas del juego internacionales cuando no les conviene –creo que se llama Miguel Ángel Belloso, o algo así, es el de la foto, y es colaborador de Germán Yanke en el telediario que este lleva en Telemadrid, por si algún embajador o cónsul quiere pedir la cinta a una de las empresas que se dedican a grabarlo todo para tener pruebas en la denuncia por difamación y la queja diplomática, además de explicarle cómo respetan las multinacionales las reglas del juego.
Pero, por encima de todo, ando maquinando un acto similar. Si de la recaudación de los parquímetros el ayuntamiento apenas obtiene un treinta por ciento –creo que es menos- y el resto se lo queda la empresa adjudicataria, creo que los ciudadanos, las plataformas vecinales, deberían distritocionar los parquímetros –perdón por el invento léxico, pero a Armas Marcelo le parecen maravillosos los de Cabrera Infante y cuando los hace Umbral dicen que forja el lenguaje, y uno no va ser menos, qué leche- y renegociar en un plazo de ciento ochenta días los contratos, para que el porcentaje de dinero que revierta en el ciudadano sea mayor y no se lucren los mismos de siempre.
Anda uno convencido de que hay ideas que merece la pena importar: la lojas do cidadão, las bibliotecas francesas y las nacionalizaciones.