09 mayo 2006

Lo que cuesta la cultura

Se pasa uno los fines de semana desde hace varios años entre enormes sábanas de papel de periódico en las que han impreso los suplementos culturales. Normalmente terminan su estancia en mi casa en la misma bolsa de papel viejo en la que acaban los folletos de los supermercados de mi barrio. Cuando han acabado sus días en la bolsa, a la espera de que me acuerde de llevarlas al depósito de papel reciclado, son prácticamente iguales. Bueno, son iguales desde el principio, la verdad. O tal vez no, porque los catálogos de ofertas de los centros comerciales suelen estar impresos en mejor papel y con mayor calidad. Nunca he visto un suplemento cultural en brillo o con papel satinado.
Pues bien, uno, lo he comentado muchas veces ya, los lee con la misma pasión y emoción que viene a la oficina cada mañana. Con poca, a qué engañarnos. A fin de cuentas son parte del trabajo, de hecho es una de las cosas que demuestra lo imbécil que puede llegar a ser uno trabajando en casa, mientras hace de vientre, cocina, o espera que terminene los anuncios del programa que está viendo en la tele. Será que a lo largo de los años ha desarrollado uno un workalcoholismo muy insano.
En fin, todo esto viene a cuento de que este sábado, para mi sorpresa, descubrí un muy brillante artículo de Rosa Sala Rose sobre Víctor Klemperer y Schubart -la verdad es que, tratándose de ella no podía ser otra cosa que brillante, no vamos a engañarnos, su Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo, es fundamental, debería ser objeto de lectura no sé si obligatoria, no me gusta imponer nada, pero sí desde luego insoslayable, perdón por este adjetivo tan Armas Marcelo- en las páginas del ABCD las artes y las letras. Lo curioso es que hoy, que quería comportarme como un proselitista y enlazar esta entrada con el artículo, para que el lector, atento caminante que ha decidido reposar aquí su jornada, pudiera pasar de mis manidas ideas a un texto verdaderamente brillante.
Pero no va a poder ser. He estado rebuscando por toda la página web del suplemento del ABC y el único artículo de todos los que se publicaron que no está colgado para su libre acceso es ése. Así que el que quiera leerlo puede ir a las hemerotecas y darse el gustazo de saber que el aburrimiento es el enemigo más grande del hombre, y que al menos, cuando tenemos la palabra, podemos enfrentarnos al tedio de vivir.
Al menos ahora sé cuál, de todos los textos, es el que valía el euro que pagué por el periódico.