04 mayo 2006

Pásalo

Uno de los tópicos más resobados de la literatura es el que confunde el continente con el contenido. Así, la gente piensa en prosa y, automáticamente, entiende narrativa, y le hablan a uno de versos para referirse a la lírica. Y eso, como muchas otras cosas, es una simplificación, pero sobre todo es un empobrecimiento básico de la percepción y concepción del acto de escribir y, por supuesto, de leer.
Los compartimentos estancos normalmente sólo vienen bien para los dependientes de las tiendas de discos y los fabricantes de submarinos. Mi experiencia lectora me ha convertido en uno de esos clientes molestos que están siempre incordiando a los que le atienden en los distintos comercios.
"Oiga, dónde tienen las aceitunas." "Pues dónde va a ser, con los aperitivos, donde las patatas y las pipas." "Ah, yo es que esperaba encontrarlas aquí, en la sección de encurtidos." "Ya, ya, pues están allí, tío listo."
Y uno se dirige a la sección de frutos secos sin entender demasiado bien cómo es que han ido a parar allí las aceitunas, aunque para consolarse uno justifica su poca lógica pensando que no es francés, que franceses son los dueños de la cadena de supermercados donde ha entrado uno a comprar. Así que no es de extrañar que, por lógica cartesiana, las aceitunas estén junto a los pistachos. Total, unos vienen de Irán y las otras de Jaén, y los dos sitios son tierras de moros.
Homero escribió dos narraciones que son los cimientos de la épica en verso. La unión de narración de ficción y prosa es relativamente reciente: unos cinco siglos, apenas una quinta parte de la Historia del hombre. Pero esa unión se ha solidificado en la mente del ciudadano común, y hoy un libro en que se cuenten historias a golpe de verso es muy raro. Por eso, quién piense en libros únicos y maravillosos como la Antología de Spoon River o Ciudad del hombre: Nueva York sólo como libros líricos, por el sencillo hecho de que la disposición tipográfica de los mismos es en líneas que no llegan hasta el final de la mancha de impresión se equivoca completamente. Son algo más, libros capaces de descubrirnos nuevas maneras de representar el mundo, en el que la mezcla, la unión de las historias y los sentimientos que provocan se ve fielmente reflejado en los textos.
Llevaba cierto tiempo buscando un libro, uno de esos que resultan difícil de encontrar en la ciudad más habitada de España, la que más librerías tiene, por cierto, y que no está en casi ninguna biblioteca. Luego, como siempre, vendrán los pequeños libreros a excusarse, a decir que no pueden tener todos los libros que se editan -y es verdad-, aunque no tener un libro que ha sido Premio Ojo Crítico, estuvo a punto de llevarse el Nacional y el de la Crítica, y es antologado y citado por activa y por pasiva en artículos y entrevistas, demuestra el nivel medio de la librería en España. Y no hablo de los tenderetes en los que las gomas de borrar y los chicles comparten estantes con las novedades de las grandes editoriales. Hablo de las librerías que siempre se citan a la hora de hablar de las "buenas librerías" a las que debe ir el lector de verdad.
Así que había desistido, y esperaba que por esos giros del destino me encontrase un ejemplar en la Fnac de Lisboa -como me sucedió con un libro de Trapiello, porque en las Fnac de Portugal hay libros españoles, pero ponte a buscar uno portugués en las de aquí...- o en cualquier lugar de esos extraños donde uno ha descubierto libros. Ya que estamos en ellos, y aún siendo reiterativo con el autor, una primera edición de La vida fácil editado por Trieste en una biblioteca llena de polvo en un local de Scouts de Cuatro Vientos.
Por eso me llenó de alegría encontrarme conque mi amigo Gonza tenía los dos únicos libros de García Casado en su biblioteca. Me los llevé a casa un domingo y el lunes al medio día estaban léidos, y a la noche releídos. Son una maravilla.
Por eso no me he resistido a copiar aquí un poema magnífico, feliz unión de narrativa y lírica, que me ha alegrado los últimos días.

PERSONAL CUALIFICADO

si es aquí pase póngase cómoda
sírvase lo que quiera no no por favor
no se quite la ropa descuide le pagaré

el dinero está en la mesilla sólo quiero
que me hable reprócheme la vida
que malgastó conmigo los polvos a medias

las tardes sin mirarnos a la cara el dolor
después del sexo el sexo después del dolor
las brasas después del incendio gríteme

gríteme si es necesario usted sabrá
mejor que yo cómo se hacen estas cosas
si hace falta más no se preocupe aquí tiene

mi tarjeta

Pablo García Casado