03 enero 2007

La obra de un gran editor

Uno siempre se ha sentido orgulloso de las raíces extremeñas que tiene, si sale en alguna conversación el asunto uno no tarde en sentirse orgulloso de descender de gente que vivía entre dos países –en algunos casos viviendo de ello con el estraperlo- y casi siempre que va uno por allí se siente en casa.
Por eso fue un descubrimiento la primera vez que tuve en mis manos un libro de la Editora Regional de Extremadura. Se trataba del volumen titulado Capricho extremeño, que estaba hecho, pese a lo que se indique en la portada, a varias manos. Me lo dio su autor principal, Andrés Trapiello, y me comentó el curioso origen de ese capricho. Como sabrá cualquier lector de los distintos volúmenes de sus diarios, Andrés pasa largas temporadas del año en una casa que tiene a las afueras de Trujillo. Lo ha contado él mismo en sus diarios, pero a mí me contó una vez lo a gusto que se han sentido siempre él y su mujer allí. Todos los libros que componen sus diarios comienzan y terminan en ese escenario, en el Pago de San Clemente. Pues bien, Fernando Pérez, el director de la editorial, le comentó que él y sus colaboradores, entre ellos Julián Rodríguez, habían tenido la idea de entresacar de los diarios publicados hasta la fecha algunas de las anotaciones que hablaban de o estaban escritas en Extremadura. Una vez ordenadas daban la sensación de un año en sí, separado e independiente, uno año nuevo, mezcla de momentos de otros, que le habían regalado a Andrés.
El libro era una delicia, y estaba primorosamente editado. Desde entonces, unos cuantos de los libros de la Editora descansan en mis estanterías: Cercas, Hidalgo Bayal, García Martín, Javier Pascual, Rodríguez Marcos, el ya mencionado Julián Rodríguez, y más (me he limitado a mencionar los de la colección La Gaveta). Y rara vez se sustrae uno a comprar estos libros cuando los ve en una librería. Son libros que te llaman.
Cuando uno se enteró de la muerte de Fernando Pérez, el editor que confió en Rodríguez para renovar el formato de las ediciones, que decidió mantener dentro del territorio extremeño la producción de los libros –con lo que generó un entorno más benéfico para las imprentas de la zona-, y que apostó decididamente por un catálogo cuidado y coherente con un modo de ver el mundo y de entender la literatura –creo que me han salido dos frases que significan lo mismo- no quedaba otra posibilidad que entristecerse. Porque se había ido alguien con la capacidad suficiente de poner las cosas en movimiento y lo suficientemente humilde para que sólo los interesados le conocieran. Uno lamentó no haberle llegado a conocer en persona, la verdad.
Creo que este libro-homenaje no contaba con el trágico final del homenajeado cuando se puso en marcha, o tal vez sí, eso es lo de menos, en él se encuentran veintiún textos que, si bien muestran una calidad y puntos de mira desiguales, evidencian sobre todo el amor y respeto que el editor cultivó entre sus colaboradores. Están todos los autores que han sido publicados en la colección La Gaveta, lo que sirve, me parece, como ejemplo más que suficiente de la implicación personal y emocional de los editados con el proyecto.
Pocas veces un hombre puede disfrutar del placer de ver lo acertado de su trabajo, esta Gaveta de Gavetas demuestra lo atinada de la labor de Fernando Pérez, y lo importante de la misma a la vista del estado de la literatura que se hace por estas tierras. Pocas veces podemos disfrutar de buenos libros editados de modo inmejorable.
Gaveta de gavetas Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2006