29 junio 2007

Aprender a mirar, comenzar a pensar

Hay editores que conciben su labor como la mera fabricación de productos de consumo. Son la mayoría, los que han convertido la industria de la edición en un páramo intelectual donde se recurre a mecanismos más propios de otras industrias. Pienso, por ejemplo, en las editoriales que no dudan en hacer comerciales televisivos para promocionar a sus premiados, o en las que cambian las portadas de los libros del mismo modo que los fabricantes de refrescos cada dos temporadas cambian el envase para dar sensación de novedad. Me estoy refiriendo a Planeta y Alfaguara, por si hay algún despistado que todavía no se ha dado cuenta.
Otros editores, más respetables, utilizan el prestigio adquirido a lo largo de los años de trabajo y de aciertos –no tantos como años- y usan el marchamo de prestigio de sus sellos para colarles gato por liebre a los lectores, vendiendo como textos de referencia libros o autores que se deshacen al contacto de una realidad un poco más densa que sus ideas. Ahora hablaba de Anagrama y Tusquets, que llevan ya unos cuantos años viviendo del prestigio pasado.
Afortunadamente, hay todavía editores que conciben el libro como el mero empaquetado de unas ideas, y consideran que su función es difundir esas ideas, facilitar al lector materiales para pensar. El editor de Sequitur –no voy a facilitar su nombre ya que el no acostumbra a hacerlo- es, sin duda, uno de ellos. Su catálogo está lleno de textos que buscan generar discusiones, debates, hacer pensar. Y para ello edita libros que considera que no son pilares del pensamiento occidental, pero que sabe que pueden generar polémica, y tras esa polémica nuevos modos de pensar, como sería el caso de En defensa de la intolerancia de Zizek, o textos que él denomina propositivos, propuestas de pensamiento en positivo, como El discurso fúnebre de Pericles de Tucídides, verdadero punto de inicio del pensamiento político occidental.
La edición que ofrece Sequitur es, sin dudas, canónica. Una edición bilingüe, en griego clásico y español, precedida de un estudio introductorio que sitúa el discurso en el devenir temporal del pensamiento político griego –no creo que sea ocioso, en estos momentos de cultura Google y SMS, recordar que el término político nace etimológicamente de la polis griega, y que se refiere a lo que incumbe a todos, a lo común- y delimita la influencia que este ha venido ejerciendo hasta el presente. Además, si por algo destaca la labor de esta editorial, es por su intención inequívoca de que los textos estén, siempre, convenientemente glosados y en ellos se señalen las fuentes de las que han bebido. Hay una costumbre, demasiado extendida en la actualidad, no sé si por herencia de eso que se ha llamado posmodernismo o no-modernismo, a pensar que todos los materiales pueden ser utilizados y reelaborados. De ahí que muchos hayan señalado las relaciones evidentes entre el modo de articular el pensamiento y la cultura en el posmodernismo y en la Edad Media, puesto que en ambos casos se proclama el fin de la autoría o se deja en manos de todos, permitiendo que cualquier pueda usufructuarlas para su propio beneficio. El movimiento Creative Commons precisamente nace ante los abusos que se estaban produciendo por parte de detentadores de los derechos que se enriquecían de proclamar como suyas realidades que siempre habían estado allí. La cultura, el pensamiento, sólo puede avanzar sobre el fértil terreno del uso y abuso de los hitos ya existentes, pero sin apropiarse de ellos. El pensador debe siempre remitir al lector a las fuentes de una idea u otra, no hay pecado alguno en el uso de las ideas, sí en la apropiación de las mismas. Perdón por el discurso, a lo mejor ha sido el contexto lo que me ha llevado hasta aquí.
Lo verdaderamente importante de este libro es que pone a la disposición de todo lector interesado en el pensamiento político uno de los pilares sobre los que se ha construido buena parte de las tendencias actuales. Un texto controvertido, que sigue siendo objeto de exégesis y diferentes interpretaciones, dependiendo de quien se aproxima a él, lo que demuestra su riqueza y vigencia.
Todavía estamos debatiendo a todas horas –en las colas del pan, en las barras de los bares, en las tertulias radiofónicas, en los programas amarillistas de la sobremesa en las diferentes cadenas televisivas, en el Congreso no, los políticos no debaten, se echan en cara cosas para alimentar las primeras planas de los periódicos a la búsqueda del escándalo que elimine al adversario- las fronteras entre lo privado y lo político, entre el interés de la persona y el de lo público. Y entre medias se han aprovechado unos listos para montarnos una sociedad de mercado, de lo no privado/ no público –Castoriadis-, que condiciona todos los términos de nuestra vida.
Leer libros como este nos ayuda a ir despejando la mirada para entrenar la mente.
Tucídides El discurso fúnebre de Pericles Sequitur, Madrid, 2007