01 agosto 2006

Gato por liebre


Desde hace aproximadamente dos meses y pico decidí hacer caso a Jorge Riechmann y no ya dejar de leer El País, sino en general cualquier periódico -ya se sabe, uno ejerce la imitatio descontrolada. Como mucho hojear el de mi jefe o El Cultural que los camareros del bar donde desayuno cada mañana me guardan desde que me vieron muy emocionado porque salía la crítica de un libro de la editorial. La verdad es que, desde entonces, me noto mucho más calmado. Por un lado he de reconocer, mal que me pese, que anda uno mucho menos informado de lo que se supone que debería -lo que me priva de saber de qué va esa película que estrenan en el cine de al lado de casa, o me otorga el privilegio de la sorpresa cuando entro en una librería y veo tal o cual novedad-, pero también me he dado cuenta de la calidad de vida que he ganado, sobre todo la ausencia de la crispación que uno, antes, tenía con todos esos papelajos.
Por eso anda uno algo retrasado en las reacciones y este post aparece hoy en lugar del viernes, que habría sido su fecha natural, porque ayer, mientras convertía el cuarto de baño de la oficina en sala de lecturas gracias al suplemento de El Mundo, me enteré de que la institución que salvaguarda la verdadera cultura y ejerce de ojo inquisidor de todo aquello que no hacen sus amiguetes, esto es, el suplemento de Blanca Berasátegui -alias Juan Palomo- ha decidido entregar el premio de fotografía a Karmelo Bermejo. Y me parece, para qué mentirnos, una decisión sorprendente.
Uno, que reconoce no conocer a Bermejo de antes y tenerle todo el respeto del mundo en tanto artista conceptual y político -lo que denomina la gente de la calle un "tocacojones de la sociedad", como Santiago Sierra, y a mí eso me gusta- lo que no acaba uno de entender es que le den el premio de fotografía. Uno entiende que los premios de fotografía se los deben dar a fotógrafos, esto es, artistas que eligen la fotografía como objetivo de su realización artística, no a aquellos que, como Bermejo, la usan como mero soporte documental de sus acciones.
Esto es, cuanto menos, chocante. Es como si le dieran un premio literario al diario de un científico, que pretende, tan sólo, constatar a modo de bitácora los avances de sus investigaciones. Alguno se escudaría para dar ese premio en la calidad del texto, en la limpieza de la prosa o en lo acertado de su expresión, pero eso es, a qué mentirnos, arrimar de un modo exagerado el ascua a su sardina. Uno, que algún enfrentamiento ha tenido con profesores, sobre todo con divas universitarias, recuerda el día en que el señorito –ya sé que es viejo como la quina, pero me refiero a su actitud- Andrés Amorós –firmante de la peor edición crítica que se ha hecho de Rayuela, que, por cierto, tiene más texto en la introducción y en las notas a pie de página que el texto cortaziano y al final no explica nada, no hace una lectura novedosa… vamos, que no sirve para nada- le increpó a uno en clase –manda narices que un profesor le increpe a un alumno, por cierto- porque en el examen de la asignatura Literatura española del siglo xviii me dediqué a hablar de Diego Torres Villarroel como poeta excelso de la centuria, “una centuria que anda escasa de autores o textos relevantes en la cultura española, y que tanto era así que nos hacían estudiar un texto administrativo como el Informe sobre la ley agraria de Jovellanos”, y el señorito no se lo tomó a bien.
Pero tampoco debe extrañarnos que la crítica –normalmente la menos preparada y perezosa- haga de su capa un sayo y dé los premios como le venga en gana. Churchill tiene el Nobel de literatura, ahí es nada, así que uno –que, reitero, le desea todo lo mejor a Karmelo Bermejo, con su k en el nombre y todo, así, kafkiana y komprometida- no se extraña porque le den un premio de fotografía. Porque, la verdad, como fotógrafo no es anda del otro mundo. Correcto, eso sí –algo que no se puede decir de muchas fotos de Nan Goldin, por ejemplo-, pero nada más.
Espero que esa amplitud de miras se traslade al resto de los aspectos de la publicación. O a lo mejor el problema es que hace mucho que se trasladaron. Total, si pasa en el país en general, ¿por qué no en una cabecera en particular?