20 diciembre 2005

Democracia cultural

Recién leído en un rotativo digital -qué bonito es esto de mezclar siglos en un solo sintagma-: Hoy han nombrado a seis nuevos miembros del patronato del Reina Sofía, el Museo Nacional, Centro de Arte o lo que sea, que se suman a los ya ejercientes para, supongo, velar por el buen funcionamiento de la entidad. Entre los nuevos miembros están un ex-ministro socialista, Carlos Solchaga, que fue ministro de Economía si mal no recuerdo, pero al que no se le conoce ensayo o artículo alguno que nos haga pensar en su valía dentro de una institución que se pretende cultural, y el ex-secretario de Cultura Miguel Ángel Cortés -no sabemos qué mangoneos ejerce este hombre, pero fue capaz de sobrevivir a su destitución como Secretario de Estado de Cultura y puenteó al Cervantes con su Sociedad para la promoción Cultural de España, y ahora, con un gobierno de evidente talante contrario, sigue sumando cargos y, suponemos, emonumentos o prebendas. Resumiendo, que todos los españoles vamos a tener que hacernos cargo de nuevos gastos ya sea en sueldos o en dietas para estos hombres que ejercen una labor fundamental para el discurrir de la vida del ciudadano medio español.

¿Por qué las instituciones que deben velar y promover la cultura española son pasto de ajustes de cuentas y de pagos de favores?, ¿por qué no se nombran comités y cargos independientes que realicen su fución como buenos profesionales?, y, rizando ya el rizo, ¿por qué se destituyó a Juan Manuel Bonet, posiblemente el mejor director de la institución de la reina -porque uno ya no sabe si eso es un museo, un centro de arte, una biblioteca, un teatro, una librería pija o un restaurante más pijo aún- para colocar a alguien tan eficiente como la ministra, o sea: nada, vamos a dejarnos de ironías de una vez, y que tarda casi tres meses en darse cuenta de que una gotera que sale de su despacho se está cepillando un cuadro?
Hace treinta años que murió Franco y esto se convirtió en un régimen democrático, todos los días se encargan de recordárnoslo. Pero, ¿cuánto tiempo tendrá que pasar hasta que los políticos tengan presente que el ejercicio de su función debe ser democrático? Van ya treinta años de gobiernos y no ha habido un solo ministros de cultura con un mínimo conocimiento del significado de la palabra -lo siento, señor Semprún, pero se le notó poco-, ¿por qué no quitar ese ministerio y dedicar un poco más de empeño en que la gente tenga una formación, disfrute de una educación como está mandado, y así veremos como la cultura va mucho mejor que de este modo? ¿Hasta cuando van a tener que pagar los ciudadanos obras de arte faraónicas cuando muchos no entienden tan siquiera un texto sencillo tras haberlo leído un par de veces?
Vaya mi enhorabuena a los recién nombrados, espero que tengan un poco de vergüenza y renuncien pronto a sus cargos.