10 febrero 2006

Día a día

Leía ayer los dos artículos que en el suplmento El Cultural de El Mundo ha ido publicando Andrés Trapiello bajo el nombre de La loca de la casa I y II. El primero habla de la utilidad y finalidad de la filosofía, el segundo, que me ha interesado más, sobre la manera de usar la imaginación y el oficio del diario.
Comenta en dicho artículo el explosivo crecimiento que está viviendo el fenómeno de las bitácoras en Internet, y cuestiona el furor que se está viviendo con dichos blogs.
Uno que, como cualquier que lee esto ya sabrá, lleva una bitácora está de acuedo en muchas de las cosas que dice Trapiello en el artículo. Sobre todo con el escepticismo. Él dice que ya ha oído voces que proclaman la muerte definitiva de la novela a manos del blog -¿tendrá esto que ver con el vídeo que mató a la estrella de la radio?, ¿acabarán los novelistas condenados al olvido y a una necrológica en los márgenes de un periódico como sucedió con muchas de las estrellas del cine mudo tras la llegada del sonoro?- y coincido con él en que eso es un poco absurdo.
También coincido con él en contemplar con esperanza pero cierto distanciamiento la revolución que supone en la distribución del información la existencia de la web y de los blogs. Todavía no ve uno algo comparable con lo que supuso el Renacimiento tras la imprenta, como apunta Trapiello, pero tampoco creo que, en su momento, los que vivían dicha revolución se dieran cuenta de ello.
Pero, sobre todo, me ha parecido muy interesante la relación que ve entre las bitácoras y los diarios -y que es evidente y salta a los ojos de cualquier persona medianamente atenta- con la ventaja de la rápida interacción entre la entrada de cada día y las opiniones y comentarios de los lectores. De hecho creo que podría hacer un interesantísimo experimento que futuros tesinandos le agradecerían sobremanera a la hora de analizar su novela en marcha, el Salón de pasos perdidos.
El mecanismo que sigue Andrés para escribir su diario es, según he entendido de la lectura de sus diarios y de las conversaciones mantenidas con él, el siguiente: El toma notas en unos cuadernos de lo que le sucede cada día -al usar el verbo suceder me refiero a lo que le pasa, lo que lee, lo que pjensa, lo que se imagina, etc-. Los deja en la fresquera unos cinco años y los retoma para escribir los diarios que publica, que son la destilación literaria de esas anotaciones.
Pues bien, sería muy interesante que esas anotaciones que hace en los cuadernos aparecieran en un blog. No por ganar inmeditez y eliminar literatura como quieren muchos de los que se le acercan a comentarle aspectos de esos diarios, sino porque servirían como muestra de la manera de trabajar del artista.
Trapiello se dio cuenta hace mucho tiempo de que la modernidad estriba, en buena medida, en el análisis de los precesos de trabajo del artista. Nunca se han valorado tanto los bocetos, las muestras del trabajo como se hace hoy en día. Hace años a nadie le importaba tener un boceto de Miguel Ángel, porque no era una obra acabada, pero hoy sabemos que en sus esclavos, en la Pietá Rondanini, hay mucho Miguel Ángel, tanto o más que en la Sixtina.
Por eso sería muy útil una bitácora que ejerza de tal, que nos muestra la derrota de una travesía de la que ya conocemos los frutos, pero de la que no nos importaría conocer toda su trayectoria.