10 marzo 2006

El agujero en la pared

Sólo un escritor de mérito puede trascender el tópico e ir más allá. Cuando se piensa en Río de Janeiro, posiblemente uno de los mitos más extendidos de ste planeta, se piensa, bien en diversión y playa, o bien en delincuencia y marginalidad. Rubem Fonseca va más allá del tópico para mostrarnos las relaciones cotidianas, normales, corrientes, en una ciudad que imaginamos salvaje y desenfrenada. Fonseca no evita el tópico, en sus historias hay sexo, hombres y mujeres bellísimos, hay violencia, pero también hay ciudadanos de clase media con vidas comunes como las de cualquier ciudad del mundo. Fonseca no es muy conocido en España, hay poca cosa traducida y el volumen más sustancioso que recoge una antología de sus cuentos está editado en México por Alfaguara y no es fácil de encontrar. Pero poco a poco en Seix Barral -una editorial de un catálogo decididamente extravagante, capaz de unir literatura muy exigente como Hipólito G. Navarro o Don DeLillo con insustancialidades como las alcachofas de Bendahan o clubs dedicados a clásicos italianos medievales- donde han reeditado Bufo & Spallanzani -que apareció en los ochenta con el absurdo título de Pasado Negro- y uno de los últimos libros de relatos de Fonseca: Secreciones, excreciones y desatinos.
Todo aquel que se acerque a este autor saldrá enormemente recompensado.
Yo, ayer, me puse a leer la edición que tengo de los 64 contos que me trajo un amigo de Brasil, y pasé un rato excelente acompañado de esos seres humanos que hablan de cosas que nadie quiere expresar. Hablan de sudores, de deseos, de la porquería que se acumula en el ombligo y bajo las uñas, de sexo, de la miseria de tener que levantarse todos los días para trabajar en algo que odiamos, del amor, de la envidia que sentimos por el vecino de al lado, más guapo y simpático que nosotros. Hablan de la vida. Todas y cada una de sus historias habla de un modo descreído de la condición humana.
Si en vez de ser brasileño fuera estadounidense estaría en boca de todos desde hace muchos años, porque este letrado metido a periodista y escritor ha conseguido lo más difícil, ser capaz de contarnos cualquier historia sin juzgar a sus protagonistas, o condenándolos a todos desde el principio, que es otra manera de que todos estén a la misma altura.
La foto es un tópico, lo sé, ni es Fonseca ni cuestiona la idea mitificada de Rio de Janeiro. Pero es preciosa, no digan que no. Como decía Jobim: "Cristo Rdentor, brazos abiertos sobre Guanabara. Esoy muriéndome de saudade. Vamos a aterrizar."