24 marzo 2006

La provocación

¿Cuando se provoca? ¿Quién provoca? Los años pasan, pero parece ser que hay cosas que siguen levantando ampollas, que siguen sin gustar. Entre la realización del cuadro de arriba -El origen del mundo de Courbet- y la fotografía de debajo -cartel de conmemoración del inicio de la presidencia europea austríaca sobre una fotografía de Tanja Ostojichan- pasado ciento cuarenta años. Las reacciones han sido, poco más o menos las mismas. Indignación, polémica, acusaciones de provocación gratuita, etc.
Cuando yo visité por primera vez el Museo de Orsay está pintura no se podía ver porque la sección de Courbet estaba en obras. La segunda vez que fui pude, por primera vez, plantarme delante del enorme lienzo y estar allí un buen rato admirando la fina ironía del pintor. En resumen, de ahí venimos todos, no es tan raro que sea ése el origen del mundo.
Pero fue un escándalo y, todavía hoy, en la página web del museo parisino uno puede ver numerosas pinturas de sus fondos, pero esta, por ejemplo, no. Supongo que cualquier niño puede acceder a través de internet a esta perjudicial imagen.
En más de una ocasión he intentado convencer a alguna de las locas que se ha ido a la cama conmigo de que me dejara fotografiarla imitando la pose de la modelo. Nunca me lo han permitido.
Provocar es una de las cosas más sencillas y al mismo tiempo más difíciles que hay. Un artista puede decirse: "Hay, vamos a montarla haciendo tal o cual". Y luego nadie le hace ni caso. O al contrario, a uno se le ocurre algo tan imbécil como envolver un parlamento como si se tratase de un regalo para el día de la madre, o sembrar la campiña de sombrillas como si se tratase de la playa de poniente en Benidorm y ale, todo el mundo hablando de ti y no bien. Cosas.
Ayer llegaron a un acuerdo Santiago Sierra y el ayuntamiento de Colonia para cerrar la instalación que se había conocido con el nombre de la "Cámara de gas" y que pretendía ser un homenaje al holocausto judío. Como siempre, Sierra ha dicho que nada más lejano a su intención que escandalizar -como actor o como hipócrita no tiene precio el amigo, porque al que niega la evidencia en mi pueblo lo califican con uno de los dos vocablos-, como sucedió en la bienal de Venecia o en tantos otros casos. A mí me da por pensar si, en vez de darle la publicidad que se le da se le ignorase, habría llegado a algo, porque arte, lo que se dice arte, por sus trabajos hay poco, pero sí mucha provocación.
Por eso pienso que el verdadero esfuerzo en esto de provocar lo hace el que se indigna, el que se escandaliza, porque a mí me da todo un poco igual, y tal vez por eso conmigo no se hiciera mucho negocio.